El cambio climático no figura tanto en la literatura como le gustaría al reconocido escritor indio Amitav Ghosh, para quien el problema es tan “real, “el más serio del mundo” si cabe, que debe tratarse también en la ficción. “El cambio climático es hiperreal, es lo más real que puedes ver y su realidad es casi arrolladora”, enfatiza el novelista en una entrevista tras participar en el Salón del Gusto, feria organizada por el movimiento Slow Food en la ciudad de Turín, en el norte de Italia. Los huracanes, inundaciones y sequías, que cada vez impactan con más fuerza y frecuencia, entrarían así en el terreno de la hiperrealidad, aquella en la que no se consigue distinguir lo real de lo fantástico, si no fuera porque el cambio climático “es quizás el problema más serio en el mundo”. Sin embargo, “por qué no le prestamos más atención?”, “por qué no figura tanto en la literatura?”, son algunas de las preguntas que le asaltan a Ghosh, quien reconoce tener pesadillas con ese fenómeno.
“Los occidentales quieren mantener un nivel de vida muy acaudalado” y “están negando a otros lo mismo”, mientras que el resto del mundo desea imitarlos, a sabiendas de que “todos no pueden tener ese nivel”, explica.
En un intento de responderse a sí mismo publicó en 2016 su libro “The Great Derangement: Climate Change and the Unthinkable” (todavía sin traducir al español), en el que reflexiona sobre la dificultad de entender ese “gran desarreglo” que, a su juicio, aún nadie ha sabido contar bien. “Incluso los libros que se escriben de cambio climático son tratados como ciencia ficción”, afirma, pese a que la subida del nivel del agua o el calentamiento global son “realidades irreversibles”. Ya se dio cuenta hace décadas cuando se documentaba para su novela “La marea hambrienta”, ambientada en el manglar de Sundarbans, en la parte india del golfo de Bengala. Allí el mar se ha ido tragando extensiones de tierra, causando efectos devastadores que Ghosh fue presenciando en sus viajes a la zona y que le impulsaron a escribir el citado ensayo. El autor de novelas como “El Palacio de Cristal” o “Mar de Amapolas” ve necesario preguntarse cómo afrontar el cambio climático en la literatura, ya que, “aunque la mayor parte de lo que se escribe no es ficción, también es importante que sea una figura en la ficción, en el trabajo de la imaginación”. Recomienda, además, “librarse del paradigma de buscar respuestas”: “Llegados a este punto, no hay respuestas. La cuestión es cómo nos preparamos y mitigamos” tales efectos, resalta.
“El cambio climático es hiperreal, es lo más real que puedes ver y su realidad es casi arrolladora”, enfatiza el novelista.
Como puso de manifiesto ante el público de Turín, le intriga que la literatura sobre el clima tenga sobre todo voces “occidentales”, cuando cualquier solución futura -sostiene- no estará en manos de Estados Unidos o Europa, sino en Asia, con muchos más habitantes. “Creo relevante mirar al pasado, entender cómo han hecho los seres humanos frente a muchos desafíos. Hablar solo del futuro es una vía de escape porque no sabemos cómo será”, agrega. Ghosh opina que el debate no debe disociarse del actual modelo económico global y las desigualdades entre los países industrializados, enriquecidos a costa del medio ambiente, y los más pobres, perjudicados por el cambio climático sin haber contaminado como los otros. Además, critica que “los occidentales quieren mantener un nivel de vida muy acaudalado” y “están negando a otros lo mismo”, mientras que el resto del mundo desea imitarlos, a sabiendas de que “todos no pueden tener ese nivel”. Migrante climático Nacido en Calcuta, este escritor traducido a más de treinta lenguas ha transcurrido su vida entre Asia, Europa y Estados Unidos, y hace unos años tuvo ocasión de entrevistar en Italia a personas que migraron de países como Bangladesh o Pakistán, afectados por graves inundaciones. Asegura que ninguno de ellos se definió entonces como un “migrante climático”, más bien todos buscaban una vida mejor, como en Occidente, lo que le hace ser escéptico sobre la posibilidad de que el desarrollo en los países de origen frene los flujos migratorios. En su opinión, la migración y el cambio climático representan dos consecuencias del “sobrecalentamiento” del planeta, a lo que se une el intercambio de información, que ampliando horizontes “echa más leña al fuego”.