Murakami se queda sin enigmas

El laberinto de misterios de “La muerte del comendador” llega a su fin con la publicación de la segunda parte de la novela del escritor japonés. Por qué censuraron la primera parte en China.
Fuente: EFE - 2019-01-04
Los enigmas que Haruki Murakami plantea en "La muerte del comendador" llegarán a su desenlace el próximo 15 de enero con la publicación en España de la segunda parte, en la que el laberinto de señales aparentemente indescifrables desplegado en esta historia de amor, soledad y arte apunta ya hacia la salida.

En su regreso tras cinco años de silencio, el japonés más leído del mundo ha querido establecer un juego, un puzzle en el que las sugerencias, las cosas a medio decir, se convierten en incógnitas que necesitan resolución para que el lienzo cobre sentido.
El escritor japonés vuelve a temas como el dolor, la soledad, el hastío o la desesperanza, siempre evocados en una cotidianidad que se debate entre el sueño y la realidad.
La segunda entrega, "de ritmo acelerado y lleno de suspense", según la editorial Tusquets, plantea soluciones para el pasado del autor del cuadro "La muerte del comendador" y sobre la identidad del hombre sin rostro.

En el primer volumen, publicado en septiembre y censurado en China por las explícitas descripciones sexuales, el protagonista aprende a convivir con los extraños personajes y objetos que lo envuelven desde que se instaló en la casa en las montañas.

Ahora, a petición de su vecino, ha empezado a esbozar el retrato de una peculiar adolescente, Marie Akikawa.
La segunda entrega, "de ritmo acelerado y lleno de suspense", plantea soluciones para el pasado del autor del cuadro "La muerte del comendador" y sobre la identidad del hombre sin rostro.
Cuando esta desaparece en el trayecto que la conducía a casa desde el colegio, el protagonista se lanzará en su busca y para encontrarla no dudará en enfrentarse a lo desconocido, y tampoco a los dilemas a los que su aventura va a conducirle.

Murakami (Kioto, 1949) plantea de nuevo con este título la fragmentación en entregas y el gusto por las novelas largas que le son característicos y vuelve a temas como el dolor, la soledad, el hastío o la desesperanza, siempre evocados en una cotidianidad que se debate entre el sueño y la realidad y en la que la evocación juega un papel fundamental.