La revolución de la comida china

Los jóvenes chinos impulsan el consumo de alimentos más sanos y le bajan el pulgar al aceite, la sal y los condimentos más picantes. Las nuevas recetas que se imponen.
Fernando Capotondo - 2024-10-10
Mayor consumo de cereales, frutas, verduras y pescado; mínimo uso de aceite y azúcar; virtual desaparición de la sal y creciente incorporación de salsas más ligeras, son algunas de las recetas que parecen estar reformulando la comida china tradicional, producto de los nuevos hábitos alimenticios que comenzó a incorporar el país asiático en la búsqueda de una mejor calidad de vida.

En efecto, las nuevas generaciones quieren disfrutar de una vida más sana, con ejercicios físicos, cuidados estéticos y, si es necesario, modificaciones de costumbres consideradas casi sagradas por la sociedad china, según puede comprobarse en millones de posteos que los jóvenes suben a Weibo, la versión china de X.

Si bien un buen plato de “Chow Mein” (fideos fritos) sigue siendo uno de los clásicos de la gastronomía china, los jóvenes toman cada vez más distancia de este tipo de propuestas culinarias que utilizan importantes dosis de aceite en la cocción, con altos contenidos calórico y de grasas.

Se trata de un verdadero cambio cultural que comenzó a dar sus pequeños-grandes pasos en la búsqueda de minimizar los riesgos de enfermedades cardiovasculares que puedan estar asociadas a las costumbres alimenticias.
El “Mapo Tofu” se está cocinando en versiones mucho más livianas, además de ofrecerse en opciones vegetarianas y veganas.
Un ejemplo de esta tendencia es la reformulación del llamado “Mapo Tofu”, un plato popular de la provincia de Sichuan con un sabor tan picante y profundo que se recomienda rebajarlo con arroz para tolerar su ingestión. En la actualidad, se está cocinando en versiones mucho más livianas – con menos aceite, sal y condimentos – además de ofrecerse en opciones vegetarianas y veganas que responden a las nuevas tendencias de consumo. 

Otro caso que podría ser útil para advertir la magnitud de este cambio es la experiencia de Yang Ming, el propietario de una pastelería familiar de la municipalidad de Tianjin, en el norte de China, que pasó de una situación de virtual quiebra a contar con más de 40 sucursales y 5 millones de seguidores en las redes sociales. ¿Cuál fue su fórmula? Entendió que su salvación era atraer el interés de los clientes más jóvenes, preocupados por consumir productos más saludables, por lo que redujo un 30 por ciento la cantidad de aceite y azúcar que utilizaban en la elaboración de los pasteles, sin que perdieran su sabor.

En este marco, la Liga de Hinggan, una división administrativa de la región autónoma de Mongolia Interior, se convirtió en escenario de una situación inimaginable hace algunos años: en la mesa de los nómadas es cada vez mayor la cantidad de frutas y verduras que acompañan a los alimentos tradicionales como el cordero guisado y los fideos fritos. En este caso, el cambio no sólo es producto de la preocupación de la población por cuidar su salud, sino también de las políticas locales que alentaron a los residentes a plantar más frutas y verduras, además de distribuir ollas aceiteras y cucharas especiales que ayudan a limitar la cantidad de los condimentos.

La tendencia coincide con algunas de las observaciones realizadas en el “Informe sobre el desarrollo del sector agrícola de China 2024”, publicado a comienzos de este año, en el que precisamente se destaca que el consumo de alimentos de la población ahora apunta hacia los cereales, la carne, las frutas, las verduras y el pescado. Mas sano, imposible.
Las nuevas bebidas de té se convirtieron en uno de los mercados que más creció en los últimos años. Se trata de un negocio que superaría los 200.000 millones de yuanes.
ES UN SENTIMIENTO

“Comer y beber es como un masaje al espíritu”, explicó un joven chino en un reciente reporte de la agencia Xinhua, que destacó el rol de la comida en la búsqueda de un mayor “valor emocional” en la vida. Según la investigación, esta nueva actitud hacia la comida también puede observarse en internet, donde los consumidores más jóvenes eligen términos y etiquetas vinculadas con la comida para expresar sus personalidades o estados de ánimo en las redes sociales.

En efecto, un informe compilado por la consultora PwC y la Asociación de Cadenas de Tiendas y Franquicias de China, reveló que las empresas de alimentos y bebidas están más enfocadas que nunca en diversificar esos nuevos valores emocionales que ofrecen a sus clientes adolescentes y jóvenes. Esto se expresa, por ejemplo, en cadenas de restaurantes que han comenzado a etiquetar “Combos para trabajadores” sus paquetes con descuentos para días laborales, en un intento de atraer la atención de los empleados más jóvenes.

En ese contexto, las nuevas bebidas de té se convirtieron en uno de los mercados que más creció en los últimos años, aprovechando esta nueva combinación de búsqueda de los consumidores de una mejor calidad de vida y supuestos valores emocionales. Se trata de un negocio que superaría los 200.000 millones de yuanes (cerca de 28.000 millones de dólares) en el año 2025, según una proyección conjunta de la Asociación de Tiendas de Cadena y Franquicias de China, y la plataforma de comercio electrónico Meituan.

“El té frío, té con leche, té de frutas e, incluso, té con queso, suelen utilizar ingredientes frescos y son el resultado de recetas innovadoras que se apoyan en la tecnología”, indica el informe, al describir las bondades de un producto con un estilo único, que tiene la particularidad de venderse como “sano” y “moderno” en sus distintas variedades a quienes – valga la paradoja – vienen bebiéndolo desde hace miles de años.

Este avance hacia dietas más saludables es observado como la previsible expresión de una sociedad que logró evolucionar de la mera subsistencia a una prosperidad moderada, con una esperanza de vida que pasó de los 35 años en los primeros días de la revolución popular a los 78,6 años de hoy, según el último reporte del Buró Nacional de Estadísticas.

Estos cambios de costumbres alimenticias se complementan, de alguna forma, con la determinación oficial de impulsar campañas de lucha contra la obesidad, un problema de salud que se detectó como consecuencia no deseada de la mejor calidad de vida alcanzada en los últimos años, según admiten las autoridades sanitarias.