Tanto en los cuentos de hadas como en gran parte de la literatura clásica, cuando una pareja se casa, cesan los obstáculos como por un toque de magia y la novela llega a su fin. Pero en la ficción contemporánea, los problemas empiezan en el momento en que una pareja inicia su convivencia. De esto hablan los nueve magníficos cuentos que componen "El Intérprete del dolor", de Jhumpa Lahiri (Editorial Salamandra). Lo que dificulta la relación entre los protagonistas son las divergencias culturales. En el universo de Lahiri, escritora estadounidense de origen indio, caben hindúes, musulmanes y cristianos indios, además de estadounidenses de diversos bagajes culturales y religiosos. Esa es la principal razón por la que las relaciones amorosas resultan ser poco menos que explosivas.
En el universo de Lahiri caben hindúes, musulmanes y cristianos indios, además de estadounidenses de diversos bagajes culturales y religiosos.
Uno de los mejores cuentos es el que presta el título a la colección. Habla de la joven señora Das, de vacaciones en India con su marido, ambos nacidos en Estados Unidos de padres indios. El matrimonio con hijos pequeños contrata a un guía, el señor Kapasi, para que los lleve a visitar el templo del Sol de Konarak. El viaje es largo, el chófer indio tiene tiempo de observar que la relación del matrimonio está bastante gastada, de modo que se siente libre de desear un vínculo, aunque fuera solamente epistolar, con la chica. Le cuenta que su profesión habitual es la de traductor para un médico rural que desconoce la lengua local, y por ello se siente como un intérprete entre naciones y culturas. En un arrebato de confianza, la muchacha confiesa que su hijo menor es fruto de su breve relación con otro hombre. El chófer juzga a la chica según la escala de valores de India: como una persona cínica y cruel. Su sueño de tierna amistad queda roto en pedazos y la muchacha no entiende el brusco cambio de su interlocutor. En el universo de Lahiri las personas no se comprenden por más que hablen el mismo idioma porque las diferencias culturales las separan de un modo definitivo.
Sus narraciones, frescas y a la vez profundas, recuerdan la enorme energía innovadora que poseen las obras de otros narradores indios de expresión inglesa, como Zia Haider Rahman y Arundhati Roy.
Algo parecido ocurre con otros protagonistas de ese libro: Shoba y Shukumar sólo se entienden en las noches que hay cortes de luz, cuando, como unos extraños en un restaurante, comparten confidencias a la luz de una vela. En otro cuento, Sanjeev, un científico metódico y “un pequeño hindú”, según se burla su pareja, Twinkie, no puede comprender que ésta ha infundido alma a unas estatuillas cristianas que encuentra en su nueva casa y que él juzga de una cursilería insoportable. Las parejas de Lahiri no funcionan porque no se entienden; solo la profunda ternura puede ocasionalmente salvar sus relaciones. Con toda la razón, Lahiri obtuvo el Premio Pulitzer por esta ópera prima. Sus narraciones frescas y a la vez profundas, que evocan el vigor de los cuentos de Katherine Mansfield y recuerdan la enorme energía innovadora que poseen las obras de otros narradores indios de expresión inglesa —Zia Haider Rahman, Arundhati Roy y Salman Rushdie—, se sitúan entre la mejor obra de ficción de la autora. Además, este es sin duda uno de los libros de ficción que con más finas pinceladas ha sabido retratar el complejo universo de las relaciones amorosas entre extranjeros de diferentes culturas, etnias, religiones e idiomas.