Pocas son las películas europeas o americanas que toman a Taiwán como tema o telón de fondo. El caso más conocido es el de Ang Lee, que de vez en cuando rueda en su país natal. La última de Scorsese, "Silencio" (2016), se rodó integralmente en la isla, aunque la historia transcurre en el Japón del siglo XVII. Está también el documental de Olivier Assayas HHH, "Portrait de Hou Hsiao-Hsien" (1997), que trata de comprender la topografía del cine de Hou. Un título menos conocido es el thriller político "Formosa Betrayed" (Adam Kane, 2009) – a pesar del título, no es una adaptación del libro homónimo de George H. Kerr–. Y así como Japón, China, India o los países del sudeste asiático han dado pie a todo tipo de aventuras cinematográficas, históricas o contemporáneas, ficticias o documentales, de cineastas de Hollywood o europeos, un país como Taiwán parece no tener más imágenes que las que él mismo produce. Para bien o para mal. "Petite histoire à la porte de l’ouest" - "Mi historia de la puerta del oeste" - (2016), de Jean-Robert Thomann, viene a llenar este vacío y lo hace de manera encomiable. La película nos ofrece una serie de perspectivas sobre Taipéi con una mirada a la vez local y extranjera, resaltando aspectos de esta ciudad que nos pueden resultar tan familiares como sorprendentes. Libre de las lentes deformantes del exotismo, la mirada de Thomann consigue transmitir, con una precisión cargada de humor, detalles auténticos del ambiente taipeiano. Thomann, director de documentales instalado en Taipéi desde hace años, había realizado varios trabajos sobre la cultura de Taiwán. "Mi historia de la puerta del oeste", su primera película de ficción, fue rodada en condiciones muy particulares: con un presupuesto de apenas 15.000 dólares y gracias a la ayuda de profesionales del cine amigos del director.
No explica nada sobre Taipéi y, sin embargo, consigue despertar una sensación de déjà-vu, tanto en aquellos que conocen la ciudad, como en quienes no han ido nunca.
Contra toda expectativa, la película obtuvo cierto éxito en Taiwán, llegando a mantenerse en cartel durante casi un mes en Taipéi, algo poco habitual para una producción tan modesta. "Mi historia de la puerta del oeste" es un autorretrato ficticio del propio cineasta. El film narra veinticuatro horas en la vida de un documentalista francés afincado en Taiwán. El protagonista, al que le gustaría hacer una película de ficción, se encuentra en una situación desesperada por falta de trabajo. Durante el día, deambula por Taipéi tratando de solventar sus apuros económicos, sin éxito. Al volver a casa, su mujer, taiwanesa, a la que debe dinero, se niega a abrirle la puerta. Obligado a errar toda una noche por las calles del barrio de Ximending, el cineasta nos guía por las luces y las sombras de la noche de Taipéi. Más que proponer un discurso sobre la vida en Taiwán o reconstruir la experiencia del director en el país, la película busca mantenerse en el delicado terreno de la impresión. Una impresión diferente parece dominar cada una de las escenas en las que se articula el film y en las que se narra el encuentro del cineasta francés con personajes de lo más diversos. Pese a que su conocimiento del país le evita caer en prejuicios, Thomann se esfuerza en lograr que las impresiones que comparte se impregnen de un aire inocente, primerizo. La película no nos explica nada sobre Taipéi y, sin embargo, consigue despertar una intensa sensación de déjà-vu, tanto en aquellos que conocen la ciudad, como en quienes no han ido nunca a Taiwán. Lo más interesante no es la premisa dramática o ver a un director de documentales convertido en protagonista de su propia ficción, sino la singularidad de las situaciones que retrata y su independencia con respecto a los demás momentos del film.
El documentalista francés se esfuerza en presentar diferentes aspectos de la vida de un europeo en Taipéi en su dimensión más cotidiana.
En cada una de ellas, este artista francés, integrado plenamente en Taiwán, se enfrenta a lo inesperado de un encuentro. Lo vemos enfurecerse en la proyección de una película francesa por el estruendoso ruido de las bolsas de comida que agita una joven espectadora sentada detrás de él. En otra escena, pide trabajo como hombre anuncio y el patrón, perplejo, le explica que, como occidental que es, aunque no tenga ninguna cualificación puede encontrar fácilmente un trabajo más digno. O también en un bar, donde le cuenta a un amigo, cineasta aborigen, su sueño de hacer un musical; escena que termina con todo el bar cantado, un poco a la manera de las películas de Jacques Demy. Lo vemos también paseando en bici, pagando la factura del teléfono, visitando una librería de segunda mano cuya propietaria habla francés o intentando vender su guitarra. De la diversidad de estas situaciones destaca la fidelidad con que Thomann se esfuerza en presentar diferentes aspectos de la vida de un europeo en Taipéi en su dimensión más cotidiana. En cierto modo, estas escenas provienen también de una impresión compartida, en la que muchos nos reconocemos. Por eso lo anecdótico de la ficción no se transforma nunca en broma privada. Lo jocoso de estos encuentros pasajeros, los vaivenes de la imaginación de un extranjero afincado lejos de su país natal o la emoción que le producen dos o tres canciones en una noche de karaoke desbordan las fronteras de Taiwán. El punto de vista de Thomann es a la vez extranjero y perfectamente local. Es el homenaje a Taipéi de un cineasta que ha hecho allí su vida y que, como muchos de los que se dedican al cine en ese país, se enfrentan a dificultades diarias para financiar sus proyectos. El mérito de "Mi historia de la puerta del oeste" es que sólo se puede hablar de ella enumerando sus escenas, comentando los gestos y las particularidades de cada personaje, y reconociendo los múltiples puntos de vista que habitan la impresión de Taipéi a la que la película trata en todo momento de mantenerse fiel. El trailer de la película puede verse en https://vimeo.com/179275774