Verdadero ícono de la novela policíaca japonesa, la celebridad de Edogawa Rampo se extendió también fuera de su país. Publicado el año 1934, este libro no sólo es una de sus obras más emblemáticas, sino también un claro ejemplo de la figura del investigador entendido como gran maestro de la deducción y de la lógica, en la línea del Auguste Dupin de Poe y el Sherlock Holmes de Conan Doyle. Pero el talento de Rampo fue aún más allá y, bajo la influencia del pulp estadounidense, combinó la tradición del género con una acción trepidante, por momentos extrema, y siempre aderezada con sentido del humor. La historia nos sumerge en la lucha sin cuartel entre dos enemigos acérrimos, cuya admiración y fascinación mutuas son un acicate para mantener una rivalidad innegociable. Así pues, Kogorō Akechi —el inmortal personaje de Rampo, un detective capaz de solucionar cualquier caso con su brillante interpretación de la escena del crimen y un don para anticiparse al siguiente paso de sus rivales— ha de enfrentarse a la pérfida y sensual madame Midorikawa, quintaesencia de la femme fatale, apodada «Lagarto Negro» por el espectacular tatuaje que luce en un brazo. Midorikawa padece la necesidad enfermiza de coleccionar los objetos más bellos del planeta, y cuando se propone conseguir la joya más preciada de Japón, la fuerza que la empuja no es tanto el afán de satisfacer su deseo como la oportunidad de retar a Akechi y demostrarle que su inteligencia es superior a la de él.
Edogawa Rampo, seudónimo de Hirai Tarō (1894-1965) surgido de la pronunciación japonesa del nombre de su admirado Edgar Allan Poe, es considerado el escritor más relevante de la edad de oro de la narrativa negra japonesa. Autor prolífico, se le atribuyen hasta sesenta y siete novelas y setenta y seis relatos, entre los que destaca la serie protagonizada por el detective Kogorō Akechi. Durante gran parte de su carrera, Rampo se volcó en la difusión de la novela negra en Japón, lo que lo llevó a fundar la Asociación Japonesa de Escritores de Misterio, de la que surgió el Premio Edogawa Rampo, que hoy sigue siendo el galardón más prestigioso de su país. Su popularidad continúa viva en Japón, con permanentes reediciones de sus libros, así como adaptaciones al cine, la televisión y el teatro.