Un joven argentino cumplió el sueño de practicar artes marciales Kung Fu con monjes Shaolin en la ciudad china de Dengfeng, en la provincia central de Henan. Se trata de Ramiro Fernández, de 19 años de edad, oriundo de la localidad argentina de San Vicente, distrito ubicado casi 70 kilómetros al sur de Buenos Aires, la capital de Argentina. El joven contó, en entrevista con Xinhua, su afición por las artes marciales chinas, a las que abrazó desde pequeño, así como su interés por la cultura milenaria del país asiático, además de las distintas acciones que emprendió para reunir los fondos necesarios y poder viajar a China, sin dejar de mencionar su experiencia en el país asiático. "Practico Kung Fu desde que tengo cuatro años, es decir que empecé en el año 2009. Me motivó a practicarlo el hecho de que mi papá, Darío, hace también Kung Fu, en su caso desde que él tenía nueve años", contó Ramiro. Con el apoyo de su padre y su hermano Gaspar, que es instructor de Kung Fu Shaolin y de su "shifu" (maestro) Sebastián Pérez, Ramiro destacó el año pasado en los Primeros Juegos Latinoamericanos de Kung Fu Shaolin, el milenario arte marcial chino conocido en todo el mundo y que permite la integración entre diferentes culturas, países y regiones.
"Admiro a los monjes Shaolin y pude estar ahí con ellos hablando, ha sido increíble. No tienen problemas en tomarse una foto, en compartir información, experiencias y técnicas, así que nos entrenamos a la par con ellos".
La competencia se realizó en la capital argentina en octubre con la presencia de más de 415 participantes de 14 países de América Latina y de la máxima autoridad del templo Shaolin de China, el abad Shi Yongxin. Gracias a su buena puntuación, el joven argentino fue invitado a viajar a China, excursión que se extendió a lo largo de julio pasado y que compartió con su padre, director de la escuela Tigres Shaolin San Vicente. La cita en China coincidió con el Mundial de la especialidad, que se llevó a cabo en la ciudad de Dengfeng, provincia de Henan, en el centro de China, cerca de la montaña Songshan donde se ubica el templo Shaolin, lugar de nacimiento de las artes marciales Shaolin. "Estar en China me pareció increíble, muchísimo más de lo que me podía haber imaginado antes de ir y de lo que había visto en las películas y en las redes sociales. Estar allá, vivir en carne propia su cultura y la calidad de la gente, ha sido increíble", contó el joven. Ramiro dijo que el hecho de no saber el idioma chino no le impidió generar amistades y buenas anécdotas en aquel país. "Todas las personas chinas con las que hablé me ayudaron, trataron de hacerse entender o de entendernos para ayudarnos en lo que sea. Eso es lo que más me gustó de China y de las personas", dijo el joven a Xinhua. El practicante de artes marciales se mostró entusiasmado por el viaje a China, ya que, según resaltó, pudo "aprender y entrenar en el templo Shaolin con los monjes". "Nos enseñaron mucho, también lo que va más allá de la parte física y la parte teórica, abarcando lo que corresponde a la respiración y a la meditación; el hecho de conocer nuestro cuerpo para un crecimiento personal", contó Ramiro. Dijo que además mantuvo charlas con el abad Shi Yongxin y recibió invitaciones para volver próximamente a China.
"Nos enseñaron mucho, también lo que va más allá de la parte física y la parte teórica, abarcando lo que corresponde a la respiración y a la meditación; el hecho de conocer nuestro cuerpo para un crecimiento personal".
"En las exhibiciones que realicé fui premiado con la distinción de 'performance excelente', algo que estaba destinado solo a cinco representantes de cada continente", contó Ramiro. Al margen de las competencias y exhibiciones, lo que más valoró el joven argentino fue "la experiencia de vivir en el templo por aproximadamente un mes". "Es una cosa que no sé cómo explicar. Fue increíble levantarse todos los días a las 05:00 de la mañana mirando delante de nosotros un paisaje que antes lo veíamos solo por películas", mencionó con entusiasmo. "Cada día comenzaba con un trote entre las 06:00 y las 07:00 de la mañana, luego un desayuno y, tras ello, un entrenamiento de 08:30 a 10:30 u 11:00 para después continuar con un almuerzo a las 12:00 del mediodía. Volvíamos al entrenamiento, ahora de 15:00 a 17:00, tras ello la cena y por último teníamos el entrenamiento nocturno de 19:00 a 21:00", precisó el joven. Asimismo, valoró que "el ambiente, el lugar, estaba lleno de energía y era hermoso estar allí, donde uno siempre ha soñado estar, donde nació el deporte que uno ama. Es impresionante y difícil de creer". "Admiro a los monjes Shaolin y pude estar ahí con ellos hablando, ha sido increíble. No tienen problemas en tomarse una foto, en compartir información, experiencias y técnicas, así que nos entrenamos a la par con ellos. Es una experiencia que no la voy a olvidar nunca", remarcó el atleta argentino. Para costear los gastos vinculados al viaje, el joven y sus allegados se las ingeniaron a lo largo de varios meses con distintas actividades, entre ellas la venta de comida como pizzas y empanadas. "También hemos hecho rifas y sorteos, torneos de fútbol y eventos como bailes familiares para recaudar fondos, con bandas musicales en vivo", recordó Ramiro. Pequeños comerciantes de San Vicente también aportaron sumas de dinero y una persona le prestó recursos para el boleto de avión. "Mi padre, además, vendió el automóvil de la familia y siempre le voy a estar agradecido, porque me apoyó y me inculcó su pasión hasta el punto de dar su capital más grande, que era este automóvil, para apoyarme en el viaje", mencionó. El joven argentino, sin embargo, contó que tras este primer viaje desea que haya nuevas travesías al país asiático: "Me gustaría volver, sería un sueño. Si se puede lograr, sería algo hermoso".