China no propone una fórmula para superar la pobreza como la fórmula de la Coca-Cola, sino que fue logrando esa hazaña - una hazaña mayor que la llegada del hombre a la Luna, la bomba atómica, la Gran Muralla o la conquista de territorios en todo el mundo a través de la violencia - utilizando técnicas, recursos, ritos, de todo su pasado, para construir un camino propio. El camino de China para eliminar su indigencia comenzó con el esfuerzo soberano por sacarse de encima las potencias opresoras (Inglaterra, Francia, Rusia, Japón, Alemania, Estados Unidos, el Imperio Austrohúngaro, Italia y otras). Luego estructuró una dictadura para mantener a su oligarquía bajo control, estabilizó la economía como base para generar un crecimiento económico, y entonces distribuyó la riqueza producida por el crecimiento para garantizarle a cada familia una vida modestamente acomodada, es decir, con las necesidades básicas satisfechas. En ese camino, el fin de la indigencia no fue un fin en sí mismo, sino un índice, una meta intermedia, un indicador de que las cosas marchaban bien. El fin de la indigencia fue un eslogan, y a la vez, un efecto secundario del socialismo, como la existencia de la pobreza es un efecto secundario del capitalismo. Un segundo aspecto singular de la lucha de China contra la pobreza es filosófico. Se trata de la convicción de que los pobres no son pobres porque no son capaces o porque “no quieren agarrar la pala”, sino porque no tienen pala. Esto lo expresó tajantemente Xi Jinping cuando dijo que si se dota a las personas empobrecidas de los recursos necesarios, inevitable y rápidamente dejan de ser pobres. Un tercer elemento es que en lugar de aplicar un manual, las estrategias para superar la indigencia se basaron en estudiar cada situación puntual - con todos los recursos de la cultura china para estudiar una situación -, y diseñar una solución apropiada, diseñar también con todos los recursos de la cultura china milenaria. Cuarto elemento: las zonas bajo la línea de la indigencia no mejorarían meramente con los recursos que bajaran del tesoro nacional, sino utilizando los recursos locales. Los recursos nacionales sí se usarían para que se pudieran aprovechar los locales, por ejemplo, biotecnología para mejorar cultivos, mataderos para faenar y conservar reses, conectividad para el comercio electrónico, infraestructura energética, etc. También se usaron los recursos del Estado para capacitación, para créditos y emprendimientos. Pero prácticamente no hubo subsidios directos, salvo en los casos más extremos. Si una familia se construía una casa mejor, pero debía pagarla; una panadería compraba un horno moderno y tenía que pagarlo. Aunque es cierto que el crédito era muy conveniente y los proyectos resultaban exitosos porque la economía era robusta y en expansión. El quinto elemento que voy a considerar es la conducción del proceso. La supresión de la indigencia se logró en el terreno, con proyectos concretos. Los proyectos estaban dirigidos por el Partido Comunista Chino (PCCh), en el marco de políticas, planes y programas, provinciales, regionales y nacionales conducidos por el PCCh. En cada proyecto de cada aldea había un equipo de militantes del PCCh de los niveles de la aldea, el condado, la prefectura, la provincia o región y la nación. El diagnóstico del problema, el diseño de la solución, la implementación del diseño y finalmente, la evaluación del resultado, todo estaba a cargo del PCCh. Los recursos para cada proyecto fueron conseguidos por el PCCh.
El fin de la indigencia fue un eslogan, y a la vez, un efecto secundario del socialismo, como la existencia de la pobreza es un efecto secundario del capitalismo.
Las decisiones eran tomadas por el PCCh después de discusiones con las familias involucradas -discusiones reales-, en asambleas, en contacto directo y cotidiano. Ahora bien, pensar en la gente por un lado y el PCCh por otro como dos agentes divorciados, es propaganda anti-China, mientras pensarlos fusionados es propaganda del PCCh. Lo que podemos decir es que la representación de los intereses del Pueblo existió, porque de otra manera no se habría superado la indigencia. Estos factores de singularidad son unos pocos entre miles, naturalmente. Un segundo tema, es por qué el gobierno chino se empeñó en terminar con la indigencia. La pregunta parece tener una respuesta obvia, pero quizás cuando se piensa en el bienestar del pueblo, no está demás pensar lo obvio. Además, asumir que lo obvio para nosotros es lo mismo que lo obvio para los chinos, puede llevar a errores graves. La erradicación de la indigencia en China se ha dado en dos escenarios. Por un lado, se nutre de raíces muy profundas. Confucio, quien decía que no había inventado nada, sino que sistematizó valores que ya eran tradicionales antes del siglo IV a. C., formuló cinco virtudes para la convivencia entre los hombres. La primera de ellas, que comanda, da entidad y motoriza a las demás, es la benevolencia. Si el socialismo occidental busca la eliminación de la pobreza por una convicción humanista, el socialismo chino lo hace, en cambio, a través de la benevolencia como la acción pragmática de beneficiar, no a toda la humanidad en abstracto, sino a otras personas reales, empezando por los padres, los hijos, los cónyuges, la familia, los vecinos, la comunidad. Ese es el mandato, introyectado, hecho sentido de las relaciones con los demás, y sentimiento personal, que se activa como motor de la decisión de terminar con la pobreza. Una decisión tomada por el PCCh y que, al representar el sentimiento de todos los chinos, se torna patriótica. El segundo escenario de la erradicación de la indigencia en China es un contexto mundial en que colisionan dos fuerzas cognitivas opuestas. El mundo atlántico impone la naturalización de la pobreza, a través de un individualismo atroz, mientras la masa de países que fueron sometidos por los imperios occidentales, puja por un propósito en el que liberarse de la dependencia económica, por un lado, y por otro, el bienestar de todo el pueblo, son dos caras de una misma moneda. A principios de los años 80, Deng Xiaoping señaló que no hay socialismo con pobreza. Fidel Castro, por su parte, dijo que no podría dormir tranquilo si supiera que hay un niño en Cuba que no tiene qué comer. Lula da Silva agregó: "mi obsesión, mientras sea presidente, será que todos los brasileños puedan desayunar, almorzar y cenar." Estos líderes han sido demonizados por los poderes centrales de Occidente. Mucho más importante que la disminución de la pobreza era que se los considerara corruptos y tiranos. Sería chistoso si no fuera trágico, que incluso se preguntara a qué precio se terminaría con la pobreza.
A principios de los años 80, Deng Xiaoping señaló que no hay socialismo con pobreza.
China responde ahora a esas acusaciones preguntando cuál es la democracia y cuáles son los derechos humanos de quienes condenan a los países que luchan contra la pobreza. Desde su historia y sus singularidades, China está hoy a la vanguardia de esta emergencia, a la que se llama Sur Global. Esta masa de naciones ha ido teniendo distintos nombres como “Tercer Mundo”, “Países en desarrollo”, “Países subdesarrollados”. Incluso, tuvo un impulso fundacional en Bandung en 1955 para llamarse “Movimiento de Países no Alineados”. Es un conjunto en el que se crean nuevas organizaciones como los Brics +, pero no tiene forma, es altamente heterogénea y su factor común es básicamente el espanto. Nuestros países están igualados por el espanto de haber sufrido como colonias, como marginales, como periféricos, la explotación y la brutalidad sin límites por parte de Europa y Estados Unidos. En estos momentos una extensión de esos poderes, que es el Estado de Israel, concentra la demostración de lo inhumano que han sido los imperios del Atlántico. Sufrieron nuestras tierras y sufrieron de un modo despiadado nuestros pueblos, como hoy sufre Gaza. Los castigos han tomado todas las formas posibles, y entre ellas, el hambre y la miseria han sido recurrentes. Es contra ese sometimiento al hambre que la mayor parte de la población mundial, la mayor parte de los países, se están plantando en este momento. Están emergiendo para que sus poblaciones saquen la cabeza de abajo de la línea de la miseria y puedan respirar. Para que puedan vivir. La primera que emerge es China, pero el movimiento de la historia quizás determine una compensación de cinco siglos de humillación que involucre a otros países. Con este libro, intentamos dar testimonio de esa perspectiva, desde un país entregado al masoquismo colonial, en una América Latina que contiene la contradicción entre la posición de vasallaje ante los brutos del norte y la soberanía. En China, hace 70 años olas de gente se morían de hambre. Pero desde 1980, el socialismo chino rescató de la pobreza a 800 millones de personas. Y en 2021 China declaró que ya no tiene indigentes. Nuestra intención, con este libro es mostrar que si China terminó con la indigencia, otros podemos. Ofrecemos información que demuestra que la soberanía expresada en el fin de la pobreza es posible. *Palabras pronunciadas durante la presentación del libro “China, muralla contra la pobreza: compromiso, organización y patriotismo”, de Gustavo NG y Néstor Restivo, el 17 de diciembre de 2025 en la ciudad de Buenos Aires, Argentina.






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