Zhao Junming es un joven no demasiado alto, pero con el cuerpo bien formado. Nada más cruzarse, lanza un saludo y luego salta al interior del coche. Enseguida se advierte de la singularidad que transmite ese simple salto, sin necesidad de tener un profundo conocimiento sobre el gōngfu (功夫) chino. Tras una breve conversación, el joven explica que ya lleva 17 años practicando las artes marciales. Es la antesala al arribo a Dengfeng, la ciudad china donde se encuentra el famoso monasterio de Shaolin. Este prestigioso templo se construyó en el año 496, época del emperador Xiaowen de la Dinastía Wei del Norte (386-534). Su ubicación, en un espeso bosque de la montaña Shaoshi, le concede el nombre de Shaolin, teniendo en cuenta que lín (林) en chino significa “bosque”. Gracias a la película “El Templo de Shaolin”, filmada en 1982 por el director chino Zhang Xinyan y protagonizada por Jet Li, y a su enorme éxito, tanto en China como en el extranjero, este antiguo monasterio ha salido de su aislamiento y su vida tranquila en las montañas, para pasar directamente a la escena internacional y, de esta manera, dar a conocer al mundo las artes marciales chinas.
Zhao Junming trabaja en una escuela de artes marciales de Dengfeng, donde el número de alumnos supera los 20.000. En todas las calles se ven tiendas de trajes y accesorios de kung-fu.
Efectivamente, es por esta película que la gente empezó a conocer y a enamorarse del kung-fu chino. “Jet Li siempre ha sido mi ídolo y gracias a sus películas me he dedicado al estudio y perfeccionamiento de estas artes marciales”, explica Zhao Junming. Para mucha gente, como el joven Zhao, el Templo Shaolin se ha convertido en un monumento simbólico del “arte de la guerra” chino. En Dengfeng, es posible sentir la existencia de las artes marciales en cada rincón de la ciudad. Se ven muchas tiendas de trajes y accesorios de kung-fu a los dos lados de las calles, de manera que parece que incluso sus dueños practican también este deporte. Según dijo Zhao, solamente en la ciudad de Dengfeng hay entre 50 y 60 escuelas de artes marciales y el mismo Zhao trabaja como monitor de un centro local. En la actualidad, en su escuela trabajan más de un millar de maestros y el número de alumnos supera los 20.000. En el camino en coche hacia el Monasterio Shaolin, se pueden ver a cientos de alumnos practicando en los parques y en los patios de recreo de las escuelas. Bronceados por el sol, entrenan al aire libre. Mientras practican cómo dar patadas y realizan grandes saltos, se levantan inmensas nubes de polvo.
Gracias a la película “El Templo de Shaolin”, filmada en 1982 por el director chino Zhang Xinyan y protagonizada por Jet Li, tanto en China como en el extranjero, este antiguo monasterio ha salido de su aislamiento.
“Cada vez que regreso a mi pueblo natal, los amigos y parientes me preguntan si soy capaz de derrotar con mis propias manos a muchos enemigos”, cuenta Zhao sonriendo, “siempre lo niego porque, en realidad, desde que practico artes marciales me he convertido en una persona más tranquila en todos los aspectos y no me gusta pelear”. Para él, solo cultivando la mente y fortaleciendo el carácter se pueden mejorar las habilidades personales. Estas exigencias también constituyen un buen reflejo de lo que deben ser las artes marciales chinas: templanza, moderación y discreción. En la actualidad, el Monasterio Shaolin atrae todos los días a miles de visitantes nacionales y extranjeros. Algunos de ellos son amantes del kung-fu y llegan hasta aquí para entrenar y estudiar nuevas técnicas. Hasta el momento, Zhao ha enseñado kung-fu a cerca de 800 extranjeros. “Deseo ayudar a muchos amigos extranjeros a aprender sobre las artes marciales y a que se enamoren de ellas”, concluyó Zhou.