Los titiriteros no se esconden en Japón

El maestro Kanjuro Kiritake III explica por qué el rostro de quien manipula las marionetas también aparece en escena. “Hubo una crisis del bunraku con la aparición de la TV, pero hoy se lo está revalorizando”, afirma.
Fuente: Cool Japan - 2017-03-15
El bunraku es el nombre genérico del teatro de marionetas japonés Ningyō jōruri (marionetas e historias contadas). Se caracteriza por la unión de tres artes escénicas distintas, las marionetas (ningyō), la recitación (jōruri) a cargo del recitador y la música del shamisen. Se trata de un arte escénico que forma de la legendaria cultura popular japonesa. Y que tiene en Kiritake Kanjuro III a uno de sus más reconocidos titiriteros. Un nombre que ya es una marca registrada en el mundo del bunraku  y que en una entrevista con el sitio Cool Japan cuenta todos los secretos y maravillas de su actividad. (Aclaración: los términos bunraku y ningyō-jōruri son utilizados como sinónimos).

- En Occidente no se concibe la aparición en escena del manipulador de marionetas. ¿Puede explicar por qué el omotsukai no se cubre el rostro?

- Al hecho de que el titiritero salga con la cara descubierta se le llama dezukai. Esto tuvo su origen en el periodo Genroku (1685-1705), cuando se escenificaban las obras del célebre Chikamatsu Monzaemon. Por aquel entonces solo había un maestro titiritero, pero llegó a ser tan famoso que el público ansiaba saber el aspecto de aquel hombre y ver cómo manejaba las marionetas. Al final podría decirse que fue una exigencia del público y de ahí que aún hoy los manipuladores de marionetas lleven esa mampara semi-transparente que permite vislumbrar su identidad.
"La parte más dura fue cuando aprendí a hacer asi-zukai, o el periodo básico de iniciación de tres años. Nos detenemos especialmente en el manejo de las piernas de la marioneta, para lo cual se requiere un gran resto físico".
- ¿Esta costumbre puede llegar a alcanzar implicaciones dramáticas durante el desarrollo de la obra?

- El dezukai tiene su efecto escénico. A veces durante escenas especialmente dinámicas o relevantes los titiriteros principales vestimos ropajes más llamativos y coloridos, que sin duda interactúan con la obra. Naturalmente, esto ocurre nada más que en fragmentos señalados, pues de lo contrario el uso llegaría a ser grosero. De hecho, mi impresión es que últimamente existen demasiados dezukai, por lo que se está sobreexplotando el recurso.

- Según su experiencia, ¿cuál es la parte más dura en el aprendizaje de un maestro de Ningyō-Jōruri?

- La parte más dura fue cuando aprendí a hacer asi-zukai, o el periodo básico de iniciación de tres años. Entonces nos detenemos especialmente en el manejo de las piernas de la marioneta, para lo cual se requiere un gran resto físico. Recuerdo que estuve a punto de abandonar el bunraku varias veces, pero me gustaba tanto que seguí practicándolo y por ello he llegado a ser omotsukai.
"Se podría decir que la improvisación es casi nula. Solamente cuando el tayun introduce en escena al chori, un tipo de personaje cómico parecido a un payaso, puede haber espacio para la inventiva dentro de unos límites".
- En su inicio, el Ningyō-Jōruri fue un entretenimiento de masas, pero actualmente su ámbito se encuentra más reducido, al igual que en el periodo Edo sucedió con el noh. En este sentido, ¿cómo se presenta el futuro del bunraku en la sociedad japonesa contemporánea?

- Este arte comenzó siendo un entretenimiento popular y quizá ahora su espectro esté más reducido. De cualquier forma, sigo pensando que su ámbito es el de la gente común, aunque actualmente tal vez la representación se asimile desde un punto de vista más intelectual o didáctico. Es cierto que hubo un momento de crisis tanto en el bunraku como en el kabuki o el noh con la aparición de la TV, pero hoy en día existe una revalorización de las artes escénicas tradicionales y estamos ganando nuevamente espectadores y popularidad. Lo que siento es la responsabilidad de ofrecer al público el arte que he heredado: si les gusta o no eso ya no depende de nosotros.

- El bunraku se conoce como «la unión de las tres artes». ¿Hasta qué punto  debe empatizar cada maestro (titiritero, narrador y músico) con las otras dos disciplinas para llegar a la sublimación escénica?

- Realmente a nosotros nos han enseñado a no ceder nunca; cada maestro está obligado a buscar por su cuenta el 100% y existe un punto en el que las tres artes chocan de manera totalmente independiente. Cuando el narrador –tayun– la música del shamisen y el marionetista obtienen por su cuenta todo su potencial, entonces la representación es sublime, pero cómo podrá figurarse esto muchas veces no se consigue.

- ¿En el Ningyō-Jōruri puede existir algún tipo de improvisación?

- Se podría decir que la improvisación es casi nula. Solamente cuando el tayun introduce en escena al chori, un tipo de personaje cómico parecido a un payaso, puede haber espacio para la inventiva dentro de unos límites; a este momento lo llamamos ire-boto. En el caso del Ningyô cada maestro introduce en escena varios tipos de técnicas personales aunque siempre respetando el curso del guión.