Las espadas samurái se forjan a partir de un tipo de acero llamado “tamahagane”. “Hagane” significa acero, mientras que “tama” se traduciría como redondo y preciado. El primer paso consiste en calentar las masas de “tamahagane”, para comenzar a golpearlas con un martillo hasta dejarlas completamente lisas, como lo haría cualquier herrero. A continuación se separan las piezas duras y blandas; y las mejores se apilan sobre una base de acero homogéneo. El próximo paso es calentar el carbón a 1300ºC y martillar el acero hasta dejarlo completamente liso. Luego se lo divide en dos, se dobla y se vuelve a golpear hasta aplanarlo por completo. Este proceso se repite varias veces para que la espada quede lo más resistente y duradera posible. En esta fase se crea el acero blando que se incrustará en el interior de la espada. Más tarde, se corta el acero en varios rectángulos, que se apilan uniformemente sobre la base hasta que se fusionan todos. El acero blando queda rodeado por el más duro, otorgándole una forma de ‘U’. A continuación, se vuelve a golpear hasta dejarlo completamente liso, y se vuelve a doblar varias veces. Entre doblez y doblez, se unta la hoja de la espada en barro. Esto se hace para protegerlo de la oxidación y la carburización.
Todas cuentan con un pequeño cuello llamado "habaki" que previene que la hoja toque la funda. Hay maestros artesanos que se especializan en su elaboración.
Para darle la forma definitiva de la espalda, se vuelve a someter el acero al fuego, y se lo alarga a base de martillazos. Después se le otorga la singular forma de la espada samurái (llamada kiseki) utilizando un martillo más pequeño. Ya solo queda afilarlo y enfriarlo en agua, momento crucial en el que la hoja adquirirá el "sori"; la característica curvatura de la espada samurái. El último proceso es el del pulido, que se desarrolla en dos fases: un primer pulido muy básico y tosco, y otro más elaborado. Las espadas samurái son sorprendentemente ligeras; pesan unos 800 gramos. Una vez que el herrero ha concluido su trabajo, la espada aún debe pasar por varias manos antes de poder ponerse a la venta. Se empieza afilando el filo de la espada, para después pasar al pulido, que consta de 14 pasos. Finalmente, un artesano especializado procede al grabado de imágenes o caracteres "kanji" en el metal. Las espadas japonesas tradicionales tienen muchos pequeños detalles que las convierten en verdaderas obras de arte. Por ejemplo, todas cuentan con un pequeño cuello llamado "habaki" que previene que la hoja toque la funda. Hay maestros artesanos que se especializan en la elaboración del "habaki".
Una vez fabricada la funda, se decora la misma con barniz proveniente de productos naturales (principalmente, diversos minerales).
La funda se confecciona utilizando madera de magnolia como base. El artesano fabrica dos mitades que se juntan con un pegamento creado a base de arroz. Se trata de un trabajo muy laborioso, puesto que la espada debe encajar en la vaina con total precisión. Una vez fabricada la funda, se decora la misma con barniz proveniente de productos naturales (principalmente, diversos minerales). Finalmente, un último artesano es el encargado de la elaboración de las empuñaduras, que se fabrican a partir de madera posteriormente cubierta con piel de raya marina (con la intención de aumentar el poder de sujeción de las mismas). A esta curiosa mezcla se le añade una cuerda de seda que lo fortalecerá aún más; el toque final. Hay muchos más profesionales que juegan un papel fundamental en la elaboración de las espadas samurái. Estas espadas eran (y son) de una importancia vital tanto para los artesanos que la elaboraban como para los guerreros que las utilizaban. Más allá de la durabilidad que ofrecen, estos artilugios son de una belleza estética indiscutible.