De qué habla Murakami cuando habla de criticar a Hemingway

El escritor japonés reconoce la influencia del autor de "Adiós a las armas", aunque destaca que sus obras posteriores "flaquean en potencia y sus frases dejan de golpear con la misma viveza". Su especulación sobre el suicidio del estadounidense.
Por Haruki Murakami - 2017-05-03
(Fragmento del libro "De qué hablo cuando hablo de escribir", Haruki Murakami, Tusquets Editores)

Me parece que cuando uno empieza a escribir y no tiene claro sobre qué hacerlo, cuesta mucho arrancar el motor, pero en cuanto el vehículo avanza las cosas resultan mucho más fáciles. Uno no tiene nada sobre lo que escribir, de acuerdo. Planteado de otro modo significa que puede escribir con total libertad sobre lo que le plazca. Aunque el material que tenemos entre manos sea ligero, limitado, una vez bien combinado y sazonado con ese poco de magia, nos permitirá levantar una historia hasta donde queramos. Si llegamos a dominar ese empeño y no perdemos de vista una sana ambición, podremos estructurar algo con peso y profundidad hasta extremos sorprendentes.

En el lado contrario, los escritores que empiezan desde el primer momento a trabajar con materiales muy pesados tienen tendencia a dejarse arrastrar por ese peso, aunque no les sucede a todos, obviamente. Por ejemplo, los autores que empezaron a escribir sobre sus experiencias vitales en la guerra, una vez que cubren ese período desde distintos ángulos y perspectivas, a menudo terminan por bloquearse y son incapaces de encontrar temas nuevos. De igual manera, se da el caso opuesto, en el que determinados autores dan un golpe de timón radical, abordan temas nuevos y crecen como escritores. Otros, por desgracia, son incapaces de cambiar el rumbo y pierden fuelle poco a poco. 

Ernest Hemingway es, sin duda, uno de los autores más influyentes del siglo xx y podría afirmarse casi con el consenso de todos que sus mejores obras fueron las primeras. Siento especial devoción por sus dos primeras novelas largas, "Fiesta" y "Adiós a las armas", y por los relatos de "Nick Adams". De todas ellas se desprende una energía que a mí, personalmente, me corta la respiración. Sin embargo, obras posteriores suyas, aunque siguen siendo las de un autor excelente, flaquean en potencia y sus frases dejan de golpear con la misma viveza que al principio. Supongo que en parte se debe a que Hemingway era ese tipo de escritor que escribe movido por la fuerza inherente de los materiales que maneja. Quizá por eso se implicó tanto en los conflictos sobre los que escribía (la primera guerra mundial, la Guerra Civil española, la segunda guerra mundial), por eso se construyó una casa en África o, por eso mismo, se sumergió en el mundo de la tauromaquía. En mi opinión, necesitaba de constantes estímulos externos. Es fácil que una vida así se convierta en leyenda, pero, por pura lógica, a medida que pasan los años el dinamismo que ofrece la experiencia disminuye sin cesar. Aunque la verdadera razón solo la conoció él, a lo mejor por eso se refugió en el alcohol y terminó por suicidarse en el apogeo de su fama pocos años después de haber recibido el Premio Nobel en 1954.