“Si quieres ver el mundo, mira a la India”. La frase del filósofo indio Swami Vivekananda fue una de las motivaciones que llevaron a Somen Debnath a iniciar una gira mundial en bicicleta, en la que hasta fue prisionero de los talibanes en su afán por difundir su mensaje de concientización sobre el VIH/SIDA y la inclusión social. Desde 2004 ya recorrió 137.900 kilómetros y su meta es llegar a visitar todos los países en 2020, si los pedales y su salud aguantan. Recién llegado a Buenos Aires, se prepara para partir rumbo a Ushuaia e iniciar desde allí un interminable viaje hasta Alaska. “Mi gran sueño es construir una aldea global en la India”, afirma esperanzado, como si fuera una pavada la impresionante campaña que lleva adelante hoy. Somen tiene 33 años y cuando no está pedaleando por el mundo vive en la localidad india de Basanti, en Sundarbans. Con estudios en zoología, antropología y bellas artes, se convirtió en militante global de una campaña de prevención del SIDA que, según explica, está dirigida a “las personas desfavorecidas que tienen un menor nivel de conciencia acerca de esta enfermedad mortal”. Su interés comenzó a los 14 años, al leer en un periódico que el virus era más mortal que el cáncer. “Tenía mis dudas sobre el verdadero alcance del VIH, por lo que empecé a estudiar y a compartir todo lo que iba aprendiendo. Mi primera campaña fue en la zona donde nací pero, luego, quise ampliarla a todo el norte de la India”, afirma.
En 2009, mientras recorría la región de Herat, en Afganistán, fue tomado prisionero durante tres semanas. Sospechaban que era un espía, pero terminó cocinándoles comida india.
Para un “ciudadano global”, como prefiere definirse, fue casi natural que decidiera extender su cruzada a todos los rincones del planeta, sin excepciones. “Quise mostrar la cultura de India y sus similitudes con las del resto del mundo. Me puse a pensar qué podría hacer para impulsar un verdadero cambio en la difusión de información sobre la enfermedad”, agrega. En 2009, mientras recorría la región de Herat, en Afganistán, fue tomado prisionero por los talibanes durante tres semanas. Sospechaban que era un espía, pero terminó cocinándoles comida india, bien picante, como las recetas familiares de su Sundarbans natal. “Fue una situación muy comprometida, pero también un momento en el que aprendí mucho, por ejemplo, cómo se pueden superar estas instancias tan difíciles cuando existe una motivación, una misión, un foco que dirige tu destino”, afirma. - ¿Por qué en bicicleta? - Al principio no tenía ningún sponsor y si viajaba en motocicleta iba a necesitar cargar combustible. También pensé que una bicicleta me iba a facilitar el acercarme a la gente, además del mensaje de cuidado del medio ambiente que quería transmitir. Andar en bicicleta sería como un equivalente al yoga, una cuestión de cuerpo y mente sana.
"Creo que si viajara en avión en lugar de hacerlo en una simple bicicleta no generaría tanta curiosidad. Cuando la gente te da su respeto, también te da su tiempo".
- ¿Cuál es la reacción de los estudiantes cuando se presenta en escuelas y universidades? - Curiosidad. Por un lado quieren saber cuál es mi mensaje sobre el SIDA, pero también les intriga escuchar a alguien de la India que ha viajado miles de kilómetros en bicicleta. Creo que si viajara en avión no generaría tanta curiosidad. Cuando la gente te da su respeto, también te da su tiempo. - ¿Cuál es su sostén económico? - La forma que encontré para financiar mis viajes es vender cada kilómetro que recorro por un euro. Entonces, filántropos, empresas, organizaciones sociales y amigos pueden hacer sus aportes a través de mi página web. De esta manera, no viajo solo. Lo hago con ellos. Con el mismo soporte tengo el gran sueño de construir una aldea global. En cada país que conozco junto un puñado de tierra y lo envío a la India. Mi proyecto es construirla en el norte de mi país, donde serán bienvenidos los voluntarios de todo el mundo. Publicado en Tiempo Argentino