En un patio amarillento de Luanda, entre un laberinto de calles, los jóvenes se menean al son de una música animada. Es la kizomba, un baile angoleño que ha conquistado al mundo. "¡Stop! Los hombres se quedan parados, ahora sólo se mueven las chicas. Así, así está bien". Vitor Espeçao arenga a sus alumnos, como haría un oficial al mando de sus tropas, en el barrio de Mabor. Los bailarines obedecen. Bajo la atenta mirada de un puñado de niños, sus cuerpos se contonean. "Es lo que me gusta de este baile", comenta entusiasmado el profesor: "la alegría y la armonía". El origen de la kizomba es objeto de debate. Es de origen angoleño, con un toque antillés o caboverdiano, y se hizo popular en los años 1990 gracias al cantante Eduardo Paim. La palabra significa "fiesta" en kimbundu, una de las lenguas más habladas en Angola. La kizomba se inspira en la semba, considerada la danza "tradicional" del país. Se baila en pareja, pegados pero a un ritmo más lento. Es menos movida pero más sensual que la semba.
"Nosotros bailamos la kizomba abrazándonos. En Europa y en el mundo no tienen un equivalente. Entonces cuando descubren un baile que viene de África donde la gente se abraza aunque no se conozca (...) les gusta".
"Es un estilo muy tranquilo, muy suave. No se hacen muchos movimientos y se baila con calma", describe Elsa Domingos Cardoso, una estudiante de 22 años. "Ya sea kizomba o semba, bailar me aporta alegría". En los últimos años, la kizomba ha invadido las pistas de baile de toda Europa, y más allá. "Es normal que funcione en todos los lugares", estima Mario Contreiras, un arquitecto de Luanda convertido en promotor de la kizomba. "Nuestro mundo necesita cariño", explica. "Nosotros bailamos la kizomba abrazándonos. En Europa y en el mundo no tienen un equivalente. Entonces cuando descubren un baile que viene de África donde la gente se abraza aunque no se conozca (...) les gusta". La kizomba se ha convertido en una moda, con cursos en París, Nueva York o Johanesburgo. Con ella, Angola, hasta ahora conocida por su guerra civil o su petróleo, se abre paso en la escena mundial del baile. Pero Zelo Castelo Branco confiesa que no reconoce "su" kizomba en la que se practica en el extranjero. De tanto viajar -dice- ha perdido el alma.
"El mundo ha intentado asociar la kizomba a la sensualidad y a un cierto erotismo (pero) para nosotros es algo muy serio, es nuestra forma de expresión, nuestra cultura".
"Todo el mundo baila la kizomba, eso está bien. Pero los que la enseñan en el extranjero han cambiado el estilo", lamenta el DJ. "Ya no es la tradicional y familiar que bailamos con nuestras mujeres, hijos, familiares (...), es extravagante, es casi la tarraxinha". Tarraxinha (pronunciado tarachinia), es una variante de la kizomba, más lenta y parecida al "pole dance". En Angola, un país cristiano, la tarraxinha está reservada casi exclusivamente a los adultos. Mateos Vandu Mavila, uno de los jefes de la tropa que se entrena en el barrio de Mabor, no se atreve a incluirla en el programa cuando actúan en fiestas o bodas. "Todo depende de la edad de la gente que participa en la fiesta", asegura. "Nosotros no estamos de acuerdo con que los jóvenes bailen la tarraxinha (...) es demasiado sensual". Mario Contreiras lamenta la confusión entre kizomba y tarraxinha. "El mundo ha intentado asociar la kizomba a la sensualidad y a un cierto erotismo (pero) para nosotros es algo muy serio, es nuestra forma de expresión, nuestra cultura". Para defender esta cultura, este arquitecto se ha sumado al proyecto "kizomba en la calle", creado en 2012. Todos los domingos al anochecer transforma el paseo marítimo de Luanda en una pista de baile para una clase informal, gratuita y abierta a todos. "El objetivo es promover la kizomba (...), dar la oportunidad de aprender y valorar la cultura angoleña", proclama Manuel Miguel, de 26 años, uno de los artífices de la operación. Para Mario Contreiras "Angola es la fiesta y la kizomba es Angola".