El mundo del espionaje, que desde siempre ha sido objeto de numerosas películas y novelas, también ha dado personajes dignos de película. Ese es el caso de la espía chino-japonesa Yoshiko Kawashima, cuya actividad en los años previos a la Segunda Guerra Mundial la convertiría en una leyenda viva. Su figura, a veces compleja y contradictoria, sigue teniendo todavía muchos claroscuros. Nació en Beijing en 1907, en el seno del clan imperial de los Aisin Gioro, la dinastía de origen manchú que reinaba en China. Su nombre de nacimiento fue Xianyu, aunque con posterioridad adoptaría el nombre de cortesía Dongzhen (traducible al español como “joya oriental”). Era la decimocuarta hija del príncipe manchú Shanqi, cercano a la familia imperial. Hacia 1915, a la edad de ocho años, fue dada en adopción a un amigo del padre, Naniwa Kawashima, un mercenario y espía japonés. La niña, que adoptaría el nombre nipón de Yoshiko Kawashima, se trasladó a Japón junto al resto de la familia del padrastro. Por aquel entonces la dinastía Qing había caído y en China se había instaurado un sistema republicano que había dado paso a múltiples guerras civiles entre señores de la guerra. Yoshiko realizó estudios en la ciudad de Matsumoto, donde residía la familia de adopción. Allí recibió una educación que incluyó clases de judo y esgrima, y que en realidad poco tenía que ver con la educación tradicional que recibían las chicas japonesas de la época. Yoshiko Kawashima, que ha sido descrita con frecuencia como un personaje de carácter enrevesado e incoherente, no tuvo una adolescencia fácil: según algunas fuentes, al parecer habría sido violada por su padrastro y, por si esto no fuera poco, años después Kawashima habría mantenido una relación amorosa con su propio padrastro. En 1922, cuando todavía no tenía ni 20 años, su padre biológico falleció de muerte natural. Sobre esta relación incestuosa con su padre adoptivo siguen persistiendo muchos interrogantes, pero en cualquier caso parece claro que Yoshiko sufrió diversas crisis emocionales que incluyeron un supuesto intento de suicidio.
Se tiene constancia de su afición por travestirse y vestir ropas de hombre, un rasgo que la iba a caracterizar especialmente.
Tras finalizar sus estudios, su juventud en Tokio habría transcurrido en medio de una vida bohemia, manteniendo varias relaciones sexuales tanto con hombres como con mujeres. De esta época también se tiene constancia de su afición por travestirse y vestir ropas de hombre, rasgo que la iba a caracterizar especialmente. En este sentido, no hay que olvidar la situación en la que vivían las jóvenes japonesas de estos años, muy alejadas de las costumbres de Yoshiko. En cualquier caso, dependiendo del autor que se consulte, los detalles sobre estos primeros años de su vida no siempre coinciden y existen diversas versiones al respecto. Ello, quizás, ha acabado contribuyendo a acrecentar su figura legendaria. El mundo del espionaje Tras un corto y fallido matrimonio con un príncipe mongol, Yoshiko Kawashima se trasladó a la concesión japonesa de Shanghái en 1927. Allí conoció a Ryukichi Tanaka, un oficial del servicio secreto nipón que estaba destinado en Shanghái. Tanaka, que mantuvo una relación sentimental con Kawashima, también la introdujo paulatinamente en el mundo del espionaje y la acabaría convirtiendo en una de sus principales discípulas. De hecho, Tanaka iba a aprovecharse de los contactos y relaciones que Yoshiko Kawashima tenía entre la alta nobleza manchú. Esta, mientras tanto, asistió a una escuela especial, donde aprendió inglés. Pronto se haría conocida por sus encantos y su belleza, dos atributos que usaría como sus armas de atracción, desarrollando una gran actividad en el interior de China. El antiguo emperador chino, Puyi, depuesto del trono en 1912 y expulsado de la Ciudad Prohibida de Beijing en 1924, se encontraba entonces “exiliado” en la ciudad de Tianjin bajo protección nipona. Kawashima comenzó a frecuentar el círculo de personas de confianza que rodeaba al antiguo emperador, aprovechándose de su parentesco familiar, y de hecho fue bien recibida en la vivienda de Puyi. Jugando el papel de noble manchú que deseaba ayudar al emperador depuesto, Kawashima habría tenido un importante rol para que Puyi acabase colaborando con los japoneses, lo que a posteriori tendría importantes consecuencias. En 1931 se produjo el llamado Incidente de Mukden que acabaría dando paso a la invasión japonesa de Manchuria. Desde hacía varios años algunos círculos militares habían mostrado un gran interés por dominar esta gran región china, rica en materias primas. En 1932 se completó la ocupación del territorio, tras lo cual se creó un nuevo estado títere bajo control japonés: Manchukuo. Una vez más, Kawashima jugó un importante papel como persona cercana a Puyi, quien se acabaría convirtiendo en el Emperador del nuevo estado. Su anterior superior, Tanaka, había regresado a Japón y Kawashima pasó a trabajar para el general Kenji Doihara. A partir de entonces participó en decenas de operaciones especiales en Manchuria. Siguió siendo una figura cercana a Puyi y, como ha señalado algún autor, durante un tiempo habría sido la amante del coronel Hayao Tada, el principal asesor militar del emperador de Manchukuo. A la par que ejercía como espía, Kawashima también habría tomado parte en varias acciones militares, participando en la pacificación de Manchuria. En este sentido, estuvo al mando de una unidad independiente de caballería enfocada en acciones anti-guerrilla, la cual llegó a estar compuesta por entre tres mil y cinco mil efectivos. Consagrada en este papel de “heroína” militar japonesa, llegaría incluso a pilotar aviones de combate y a intervenir en varias misiones especiales.
Juzgada por crímenes de guerra y traición en China, sería condenada a muerte y ejecutada en marzo de 1948.
Que una mujer adquiriera un cometido tan preeminente en un contexto tremendamente conservador y masculino como era el Ejército Imperial Japonés constituía, a todas luces, una excepción. Sus hazañas como espía y como oficial del ejército no pasaron desapercibidas y de hecho fueron ampliamente cubiertas por la propaganda nipona. Su fama, no obstante, fue exagerada por los periódicos y publicaciones de la época, que elevaron sus proezas hasta convertirla en un personaje legendario. Llegó a ser descrita como la “Juana de Arco” de Manchukuo, en su rol de comandante contra las “bandas” de chinos que hostigaban al poder japonés. Sus historias también aparecieron publicadas en la prensa occidental. Conscientes de su fama, los militares japoneses aprovecharon esta circunstancia y la utilizaron para que realizara varias apariciones en programas radiofónicos, e incluso, para el lanzamiento de un disco musical. Sin embargo, toda esta popularidad demostraría ser un arma de doble filo, ya que al mismo tiempo supuso un problema para el Ejército Imperial, puesto que dejó de ser útil en su rol como agente secreto. Las crecientes críticas de Kawashina a las incursiones militares contra China –que en 1937 acabarían dando lugar a la Segunda guerra sino-japonesa– también comenzaron a ser un problema para las autoridades, por lo que a finales de la década de 1930 perdió todo protagonismo. Virtualmente retirada de la vida pública y carente de su anterior fama, Kawashima no tuvo ningún papel relevante durante la Segunda Guerra Mundial y vivió en una relativa oscuridad. En agosto de 1945, tras el colapso del estado de Manchukuo, huyó y se escondió en Shanghái. No pasó mucho tiempo en la clandestinidad, pues a finales de año fue detenida por agentes del servicio de contraespionaje de la República de China. A pesar de ser japonesa, lo cierto es que nunca había renunciado a su ciudadanía china y para las autoridades chinas no dejaba de ser una nacional que había traicionado a su país, poniéndose al servicio de una potencia extranjera. Juzgada por crímenes de guerra y traición, sería condenada a muerte y ejecutada en marzo de 1948.