Las llamas devoran un sarcófago con forma de toro que contiene los restos mortales de un anciano. No es una escena triste o dolorosa, como podría interpretarse desde la mirada de occidente. Porque en realidad, el rito funerario de la incineración en Bali se lleva a cabo en un ambiente particularmente festivo. Es la forma de enfrentar la muerte en esta isla indonesia poblada sobre todo por hindúes. Una vez consumidos por el fuego, las cenizas del hombre de 81 años se vierten en un gran recipiente decorado con flores. Los lugareños, ataviados con un sarong (una tela larga que se ciñe a la cintura) las lanzan a un río cercano.
Las cenizas se vierten en un gran recipiente decorado con flores, que los lugareños lanzan a un río cercano.
El objetivo de esta ceremonia, llamada Ngaben, es liberar el alma de una persona para que pueda entrar en un reino superior donde renacerá y será liberada de los malos espíritus. En la aldea de Buruan Kelod, en Tabanan, cientos de familiares y amigos del difunto se congregaron para asistir a las incineraciones de dos primos, al final de un largo rito. Antes, los parientes se reunieron para preparar la ceremonia en la que colocan flores, dinero y frutas alrededor de los ataúdes, que se rocían con agua bendita.
El objetivo es liberar el alma de una persona para que pueda entrar en un reino superior donde renacerá y será liberada de los malos espíritus.
El féretro se coloca en el interior del sarcófago, de cuatro metros de alto y con forma de toro. Un grupo toca música tradicional para acompañar el lavado de los cuerpos, a los que ponen prendas coloridas. Es el final de una ceremonia que, para ellos claro, sólo refleja otro comienzo.