Coco Halim dedica el verano a la construcción de cometas de viento con la ayuda de su familia. Une las distintas partes y ajusta en el esqueleto de la cometa los papeles de seda coloreados. Sólo necesita 15 minutos para fabricar cada una. Cuando el calor da un respiro en Kabul es el momento de aumentar las reservas para las próximas competiciones de cometas, que empiezan en noviembre y terminan en la primavera, con la celebración del Año Nuevo persa el 21 de marzo. Mientras tanto, la fabricación de cometas es un negocio familiar.
Las cometas más sofisticadas son aquellas que tienen "ocho piezas" distintas, a las que deben su nombre persa "Asht Parsha". Pueden costar hasta 200 afganis (2,74 dólares).
En el salón de su casa, situada en un barrio popular en el sur de Afganistán, Coco Halim Mohamadi, 50 años, corta a mano alzada los papeles de color rosa, azul y amarillo. Sus dos hijas Madina, de 18 años, y Negina, de 15, y su hijo pequeño Schweib, de 14, se encargan de los acabados y de decorar las cometas. Todos ellos llaman a su padre "Coco", un diminutivo que significa "tío" en afgano, y que se utiliza como muestra de respeto hacia una persona con barba blanca. Coco Halim aprendió este oficio cuando era niño. Por una cometa de cielo, puede ganar unos 15 o 20 afganis. Luego los comerciantes las revenderán por 25 o 50 afganis. Un dólar equivale a unos 70 afganis. Teniendo en cuenta que los materiales de fabricación le cuestan unos 10 afganis, "Coco" Halim gana con cada cometa unos 5 afganis, es decir, unos 7 centavos de dólar. Con la ayuda de sus hijos, cuando estos no van a la escuela, logra construir una veintena de cometas cada día. En invierno, los vendedores de cometas se establecen en las colinas en los alrededores de Kabul, donde los niños juegan con estos pájaros de papel.
Los talibanes prohibieron las cometas, lo que resultó una medida muy cruel para los niños, ya que se trataba de una de sus aficiones preferidas.
Las más sofisticadas son aquellas que tienen "ocho piezas" distintas, a las que deben su nombre persa "Asht Parsha". Pueden costar hasta 200 afganis (2,74 dólares). Durante la temporada de las competiciones de cometas, éstas se venden por miles. Coco Halim y los otros fabricantes artesanales de cometas tienen la suerte de que estos juguetes se van volando cuando se rompen sus cuerdas. Los cordeles, que antaño eran de seda, son fabricados con nailon y provienen de India o Pakistán. Remojadas con pegamento de arroz y con trozos de vidrio incrustados para dañar las cometas rivales, éstas pueden provocar heridos en el momento en que caen al suelo. Mientras estuvieron en el poder en Afganistán, desde 1996 hasta 2001, los talibanes prohibieron las cometas, lo que resultó una medida muy cruel para los niños, ya que se trataba de una de sus aficiones preferidas. Una historia que fue contada magistralmente por el escritor afgano-estadounidense Khaled Hosseini, con su obra más conocida "Cometas en el cielo".