Después de haber sacado de la pobreza a 800 millones de personas y erradicado la indigencia, la nueva preocupación de China es evitar que se produzca el más mínimo retroceso en estos históricos logros, sobre todo en las regiones rurales y más relegadas. Fiel a este mandato - y con la vara puesta en el 7,8% anual de aumento en el ingreso per cápita de esos sectores - el gobierno identificó y ofreció ayuda a más de 7 millones de habitantes en riesgo de recaer en la pobreza, garantizó más de dos tercios de los ingresos a unos 30 millones de campesinos que habían salido de la miseria e invirtió un total acumulado de 120.000 millones de dólares en las zonas que, por distintos motivos, quedaron postergadas. "China ha mantenido su objetivo fundamental de prevenir la recaída a gran escala en la pobreza", afirmó hace días el ministro de Agricultura y Asuntos Rurales, Han Jun, al explicar que el fortalecimiento de las medidas de apoyo del gobierno no solo han mejorado el nivel de vida de las personas que salieron de la pobreza, sino también aumentado la vitalidad económica de las regiones que antes estaban empobrecidas. "No obstante - reconoció el funcionario - debemos aclarar que las regiones que han salido de la pobreza aún tienen bases débiles y algunos hogares seguirán enfrentando riesgos de volver a caer en la pobreza". Según datos del ministerio, las políticas de seguimiento aplicadas durante 2025 fueron las que permitieron identificar y mejorar las condiciones de educación, atención sanitaria, vivienda y acceso al agua potable, de millones de personas que estaban en situación de riesgo. A eso se sumó que, en términos de desarrollo, cada uno de los 832 distritos recuperados generaron entre dos y tres industrias líderes, con ventajas distintivas y una previsible generación de fuentes genuinas de empleo para millones de trabajadores. Todo ello ocurrió en un contexto en el que, durante los tres primeros trimestres de 2025, la renta per cápita de los residentes de los distritos rurales que superaron la pobreza alcanzó los 1.859,71 dólares, un 0,5% por encima de la tasa de crecimiento de las zonas agropecuarias más tradicionales.
“El socialismo chino busca la eliminación de la pobreza como una acción pragmática de beneficiar no a toda la humanidad en abstracto, sino a personas reales, empezando por los padres, los hijos, la familia, el vecindario, la comunidad” (Gustavo NG)
Esta actitud de no dormirse en los laureles se inscribió en un dato clave para los que manejan la batuta de la omnipresente - y a veces subestimada - planificación china: 2025 marca el final del período de transición de 5 años desde la erradicación de la indigencia hacia la búsqueda de la prosperidad común, un nuevo ciclo en el que deberán enfrentarse distintas problemáticas, entre ellas la brecha urbana-rural, la situación de los migrantes, la degradación ambiental y la sostenibilidad. En efecto, el próximo año comenzará el XV Plan Quinquenal (2026-2030), un período en el que muchos residentes rurales seguirán necesitando apoyo gubernamental, mientras ciertas regiones requerirán asistencia específica para superar los desafíos del desarrollo, según coincidieron especialistas citados por medios oficiales chinos. En esa línea, el subdirector ejecutivo de la Oficina del Comité Central de Asuntos Financieros y Económicos, Han Wenxiu, destacó la necesidad de “mantener estable el gasto fiscal, el apoyo financiero y la asignación de recursos para las regiones que han salido de la pobreza, incluida la asistencia a largo plazo a las regiones menos desarrolladas". “El objetivo es que la gente disfrute de vidas cada vez mejores y avance hacia el futuro prometedor de la modernización china", sostuvo Han. Sus palabras coincidieron con un informe del Instituto Xinhua, presentado recientemente en Beijing bajo el nombre “Esforzarse para mejorar la vida del pueblo: innovaciones prácticas y teorías de China para consolidar y ampliar los logros en la mitigación de la pobreza”. En procura de ser más sintéticos que el título, los 5 aspectos claves del documento podrían resumirse en el establecimiento de monitoreos y apoyos a los sectores en riesgo; la actualización de infraestructuras para reducir desigualdades, mejorar la conectividad e integrar el desarrollo urbano-rural; la garantía de un empleo estable y mayores ingresos para la población rural; el desarrollo de industrias especializadas y clústeres que beneficien a los agricultores; y la seguridad de contar con una sólida red de seguridad social. “Como un mecanismo institucional crucial para la transición desde la erradicación de la pobreza absoluta (la indigencia) hacia la búsqueda de la prosperidad común, el período de transición de 5 años estableció un mecanismo integral para monitorear y prevenir el retorno a la pobreza”, aseguró el informe.
Cada uno de los 832 distritos recuperados generaron entre dos y tres industrias líderes, con ventajas distintivas y una previsible generación de fuentes genuinas de empleo para millones de trabajadores.
Más allá de la magnitud de los logros alcanzados en el alivio de la pobreza, desde China se cansan de explicar que su receta es bien sencilla: el pueblo está siempre en el centro y a su alrededor gira una planificación central que se combina con aplicaciones locales y una mezcla de recursos públicos y privados que terminan articulando en el territorio. Como señaló el escritor e investigador argentino Gustavo NG - en la presentación del libro “China: Muralla contra la pobreza. Compromiso, organización y patriotismo”, que escribió junto a su colega Néstor Restivo - “el socialismo chino busca la eliminación de la pobreza como una acción pragmática de beneficiar no a toda la humanidad en abstracto, sino a personas reales, empezando por los padres, los hijos, la familia, el vecindario, la comunidad”. Sobran los ejemplos de que la fórmula viene funcionando: en Dulongjiang, provincia de Yunnan, el grupo étnico dulong aumentó sus ingresos per cápita de unos 142 dólares en 2009, a más de US$ 2.100 en 2021, tras la conexión vial y la instalación de redes digitales que impulsaron actividades como la producción agrícola y el turismo rural. En este marco, el secretario ejecutivo del Fondo de las Naciones Unidas para el Desarrollo de la Capitalización (FNUDC), Pradeep Kurukulasuriya, consideró hace días que “el enfoque de China en el alivio de la pobreza, focalizado a lo largo de los años, es una lección para muchos países del mundo”. En el mismo sentido, el presidente Xi Jinping aprovechó su participación en la Cumbre del G20 del año pasado, en Río de Janeiro, para plantear que “si China pudo lograrlo, otros también pueden”. A priori suena difícil. Mientras China se pregunta cómo blindar lo conseguido, buena parte del mundo naturaliza retrocesos y humillaciones que hace una década habrían sido inadmisibles. En un planeta donde 1 de cada 10 personas sobrevive en condiciones de pobreza extrema, según datos del Banco Mundial, Beijing parece proponer que a la pobreza no hay que ganarle una sola vez, sino todos los días… incluso cuando los avances suenan definitivos.




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