Todas las obras del Nobel Orhan Pamuk dialogan, a través de mil encrucijadas que se superponen sin cesar, con Occidente. O, si se prefiere, giran en torno a las relaciones entre un Oriente de raíces fuertemente arraigadas en la tradición y un Occidente cada vez más rechazado, tras los vertiginosos cambios que han tenido lugar en la Turquía de los últimos años. Interlocutor como pocos de ambos confines, esta cuestión tiene de nuevo un importante papel en su nueva novela “La mujer del pelo rojo”. Se trata de una versión actualizada que Pamuk propone sobre un mito literario, y psicoanalítico, leído de forma paralela. Por una parte, está el «Edipo Rey» de Sófocles. Por otra, la historia de Rostam y Sohrab, inmortalizada por el poeta persa Ferdousí en el «Libro de los Reyes». Una historia ambientada en el Estambul de hoy, con el trasfondo temático de padres perdidos, buscados, reencontrados y asesinados por un trágico pero implacable error del destino. Como dirá el narrador al comienzo de su relato, estamos ante «un torbellino de misterios de ser padre y de ser hijo». Un conflicto privado, dentro de otro colectivo y secular.
La relación paterno-filial es un parentesco fundamental y perturbador que recorre toda la obra de Pamuk.
El deseo y la fatalidad Conflicto secular cada vez más acentuado, tal y como reseña este insustituible cronista y «flâneur» estambulí, que en cada una de sus obras recorre su urbe palmo a palmo, nombrando calles, edificios y barrios metamorfoseados. Un flujo político e histórico ininterrumpido de heridas, opresión, violencia y resistencia que ha ido dando forma a un vivir dividido entre dos fronteras, dos mundos, dos civilizaciones y, por añadidura, dos épocas y dos formas de entender el tiempo. Es decir: entre modernidad y atavismo, entre integrismo religioso y laicismo, entre tolerancia y fanatismo, entre democracia y caudillismo o, en el peor de los casos, entre terrorismo y civilización. Temas con los que arranca este relato marcado por el deseo y la fatalidad, por los sueños y el despertar de los sueños. Con no poca ambigüedad subterránea. La relación paterno-filial es un parentesco fundamental y perturbador que recorre toda la obra de Pamuk, desde el emocionante retrato de un padre de ingentes lecturas y fastuosa biblioteca, presente en su primera novela, «Cevdet Bey e hijos», hasta el bellísimo homenaje que le haría en su discurso del Nobel, «La maleta de mi padre». Una relación universal, no solo privada, que va de la sumisión a la rebelión, de la admiración a la rivalidad, a ese deseo de marcar virilmente las diferencias después de una infancia y adolescencia principalmente matriarcales.
Como dirá el narrador al comienzo de su relato, estamos ante «un torbellino de misterios de ser padre y de ser hijo».
«La mujer del pelo rojo» narra la historia de Cem, huérfano abandonado por un disidente político comunista de la Turquía de los años 80. Un modesto propietario de una farmacia en el barrio de Besiktas que más tarde se convierte en rico constructor del «nuevo Estambul» capitalista de comienzos del siglo XXI. Cem, que siempre ha querido ser escritor, entrará a trabajar como aprendiz de un pocero, que adoptará con el adolescente el papel del padre huido. Un padre suplente, amante de los relatos orales, en su mayor parte procedentes del «Corán». Hasta que un encuentro con una fascinante artista de un teatro ambulante, la Mujer del Pelo Rojo, que le dobla la edad, cambiará la vida de Cem. Un encuentro del que quizá, sin saberlo, haya engendrado otro hijo abandonado como él lo fue en su día.