A Song Peilun (Meitan, 1940) se le iluminan los ojos cuando habla de Antoni Gaudí. Aunque es el arquetipo del artista chino, espigado, con larga melena lacia, y vestido con la tradicional chaqueta de botones de lazo y cuello mao, se declara un gran admirador del arquitecto catalán. Y su principal obra guarda numerosos paralelismos con dos de las más características de Gaudí: el Parque Güell y la Sagrada Familia. Como el primero, el Valle Yelang de Song está construido en las laderas y en la corona de una pequeña montaña; y como la segunda, su castillo será acabado cuando él ya haya muerto. "Solo he completado la mitad del plan que diseñé, y, aunque continuaré trabajando hasta el último día de mi vida, ya tengo 78 años y siento que no me quedan muchos más", cuenta.
"Parte del mensaje que siempre he querido transmitir, ahora tan de actualidad, es la necesidad de conservar y reciclar", cuenta el artista chino.
Su sueño comenzó a hacerse realidad en 1997. "Después de haber trabajado como profesor de escultura y como asesor de arte chino en un parque temático de Orlando (Estados Unidos), regresé para crear un complejo de ocio dedicado al arte. Pero la relación con mi socio se quebró y nos separamos. Fue entonces cuando decidí emular a Gaudí, que ha sido el artista que más me ha influido, y dedicarme a lo que siempre quise hacer", recuerda. Alquiló veinte hectáreas de tierra agrícola a las afueras de Guiyang, capital de la provincia sureña de Guizhou, e invirtió todos sus ahorros en la construcción del parque. "En total, en estos años he invertido más de tres millones de yuanes (385.000 euros) y, en lo económico, el Valle solo me ha reportado deudas. Pero soy feliz", recalca con una amplia sonrisa. El trencadís de Gaudí está presente en muchas de las siniestras esculturas del Valle Yelang, y, como también hizo el arquitecto tarraconense, Song lo produce con materiales desechados. "Hay trozos de vasijas viejas, de platos, e incluso materiales de construcción que recojo de obras cercanas. Parte del mensaje que siempre he querido transmitir, ahora tan de actualidad, es la necesidad de conservar y reciclar", cuenta el artista chino.
"Solo he completado la mitad del plan que diseñé, y, aunque continuaré trabajando hasta el último día de mi vida, ya tengo 78 años y siento que no me quedan muchos más".
Ni religión ni dragones Pero las similitudes con el estilo de Gaudí acaban ahí, porque Song no profesa devoción por la religión ni es apasionado de los dragones. "Mi intención es recuperar la cultura primitiva china. Por eso, la mayoría de las esculturas son representaciones de máscaras que se utilizaban en antiguas ceremonias para espantar a los espíritus y sanar a la gente", explica. Aunque Song también huye de las líneas rectas que Gaudí detestaba, su estilo es tosco y ecléctico. Incluso infantil en ocasiones. "He tratado de reproducir las imágenes que las leyendas de mis abuelos conjuraban en mi mente cuando era niño. Por otro lado, la mayoría de los obreros son campesinos de minorías étnicas que son especialistas en construcciones de piedra, pero utilizan técnicas totalmente artesanales", añade. Muchos de ellos trabajan gratis e incluso hacen donaciones porque quieren sentirse partícipes de un proyecto que también tiene cierto carácter subversivo. A pesar de que cada vez son más los turistas que pagan los 20 yuanes (2,5 euros) que cobra por visitar su obra, Song se resiste a convertirla en un parque temático. "He rechazado las subvenciones que me ofrecía el Gobierno y el dinero de inversores privados que ofrecían recursos para acabar rápido el proyecto y sacarle rédito económico. No quiero que se convierta en un producto comercial", sentencia el artista. Las excavadoras también son una amenaza, y cada vez están más cerca. Como el resto de las grandes ciudades chinas, Guiyang se ha desparramado y las urbanizaciones de lujo se extienden por las afueras engullendo campos de cultivo. "Cada vez están más cerca. Al principio me preocupaba que el Gobierno pudiese ordenar el derribo del parque, pero creo que los dirigentes verán la conveniencia de preservar un lugar como este. En cualquier caso, todo eso quedará en manos de mis descendientes -tiene una hija y una nieta-. Yo ahora me concentro únicamente en disfrutar del proceso de creación", señala Song. El artista asegura que no existe un plan detallado para el Valle, más allá del boceto para la construcción del castillo que erigió en su mente durante la niñez. "Las ideas sobre los elementos de fachadas y pilares se me van ocurriendo sobre la marcha, y también trabajo en esculturas que escondo en los árboles del parque para que sorprendan a los visitantes", cuenta. Consultado por un sueño incumplido, no duda: "Me gustaría visitar la Sagrada Familia, porque he estudiado mucho a Gaudí pero nunca he tocado su obra".