Diario de una vagabunda

El libro de Fumiko Hayashi propone un recorrido literario por sus sentimientos, trabajos mal pagados y amantes ocasionales. En síntesis, una recreación de la vida de una de las escritoras más populares de Japón.
Fuente: Koratai - 2018-10-20
“Diario de una vagabunda” (1930), de la escritora japonesa Fumiko Hayashi (1903-1951) es un libro concebido desde la idea de viaje vital. Sus páginas se convierten en un vagabundeo por recuerdos que avanzan y retroceden a lo largo de una vida que evoca trabajos mal pagados, amantes de paso y sentimientos que oscilan entre la tristeza, el cansancio y la esperanza. No se trata de un libro de ficción, sino de la recreación literaria de unos hechos reales que le ocurrieron a una de las escritoras más populares del Japón de la primera mitad del siglo XX.
 
Como muchos escritores, la vida de Fumiko Hayashi es un factor importante para entender su poética y, en concreto, una obra como “Diario de una vagabunda”. La autora fue hija natural de unos comerciantes ambulantes de la isla de Kiushu, y, tras la separación de éstos, tuvo que enfrentarse a la precariedad económica: sus años de juventud estuvieron marcados por la pobreza y la búsqueda de la estabilidad y el amor entre numerosos amantes, muchos de los cuales fueron poetas y artistas célebres de la época.
 
Pese a estos rasgos biográficos, Fumiko Hayashi desarrolló una fuerte voluntad de dedicarse a la literatura, que finalmente la llevó a crear los textos que componen “Diario de una vagabunda”. Publicado por entregas entre 1928 y 1930 en la revista “Nyonin geijutsu”, el libro logró muy pronto una gran popularidad y encumbró a Hayashi como una de las autoras más destacadas de su época.
“Diario de una vagabunda” ubica a Hayashi en la tradición del género japonés de los diarios o nikki, del que el “Libro de la almohada”, de Sei Shonagon, es uno de los más ilustres antecedentes.
Hayashi representa, en definitiva, la voluntad y la determinación que, pese a las adversidades, consigue salir adelante. La literatura supuso un medio de escapar de una realidad dramática, dando lugar a una obra que, tras su publicación, alcanzó un  éxito inmediato, probablemente por su estilo sincero, directo y natural capaz de atrapar a todo tipo de lectores con una historia de superación en la que una joven pobre intenta hacerse un hueco en la ciudad de Tokio.
 
A partir de entonces, Fumiko Hayashi desarrolló su actividad como novelista, poeta y reportera, llegando a publicar 278 libros. “Diario de una vagabunda” ubica a Hayashi en la tradición del género japonés de los diarios o nikki, del que el “Libro de la almohada”, de Sei Shonagon, es uno de los más ilustres antecedentes.
Las entradas del diario se entremezclan con poemas de la propia Hayashi, que se sirve de la capacidad de la poesía para enfrentarse a una realidad dura y desencantada.
Este género influye en el carácter fragmentario de la narración, a veces desconcertante en sus escenas yuxtapuestas y con un hilo argumental elaborado con nudos que enlazan historias sin aparente unión. La imprecisión domina la construcción de “Diario de una vagabunda” (no se concretan fechas, ni nombres), pero Hayashi parece más interesada en transmitir las emociones sentidas durante aquellos años que la simple narración cronológica. A esto se suma la atractiva naturaleza híbrida del texto, donde las entradas del diario se entremezclan con poemas de la propia Hayashi, que se sirve de la capacidad de la poesía para enfrentarse a una realidad dura y desencantada. 
 
Así, Fumiko Hayashi utiliza la palabra para conjurar el desconsuelo e impulsar el deseo de salir adelante; pese a las vicisitudes, la escritora transmite la idea de que la vida es mucho más fuerte que los problemas y que el amor es potencia movilizadora (“Estoy ávida de amor y el fondo de mi corazón siente cosquillas y grita agudamente“).
 
Destaca también su mirada hacia una mujer que lucha por su independencia y por encontrar un lugar en el mundo, aun a costa de grandes padecimientos, una mujer libre para tener los amantes que desea, si bien el peaje emocional que paga es en ocasiones alto (“Me aterra andar de hombre en hombre. Mi cuerpo no es casto, pero todavía en algún sitio podría aparecer alguien a quien le confíe mi vida.“).