El soldado chino Rao Pingru combatió contra la invasión japonesa de la primera mitad del siglo XX. En las décadas posteriores vio la llegada del comunismo, pasó por los campos de reeducación y vivió la apertura gradual de la potencia asiática. Mientras veía pasar los hitos del gobierno chino, Pingru se casó con su novia Meitang, formaron una familia y tuvieron hijos y nietos. Hasta que Meitang murió y Pingru escribió y dibujó sus memorias en el exquisito libro "La historia de Pingru y Meitang". La obra es una de las tantas novelas, ensayos y poesías que sirve de entrada al gigante asiático, un país-continente de 1.300 millones de habitantes del que sólo se conoce la información que ofrecen los medios de comunicación occidentales, dejándose de lado los matices que sólo los buenos libros pueden alumbrar. Como el caso del soldado Pingru, claro. "El 7 de julio de 1937, los militares japoneses mostraron un exceso de cinismo al utilizar el incidente del puente Marco Polo como pretexto para iniciar la invasión de todo el territorio chino. El fuego de la guerra no tardó en extenderse hasta Hankou", escribe Pingru en su libro de memorias, que acompaña con las acuarelas que él mismo pintó.
"Muchas obras literarias abordan de manera bien ilustrativa las problemáticas de la China de hoy", dice Sun Xintang, subdirector del Centro Regional del Instituto Confucio para América Latina (Crical).
La literatura puede ser una buena puerta de entrada a un país con dos premios Nobel en los últimos años, Gao Xingjian (2000) y Mo Yan (2012). Nombres que además grafican las diferencias políticas en torno a la literatura: mientras algunas obras de Gao fueron censuradas, lo que llevó al escritor a radicarse en Francia, Mo es militante del Partido Comunista Chino (PCCh) y miembro del Comité Nacional de la Conferencia Consultiva Política del Pueblo Chino. "La literatura china actual puede ser una buena alternativa para conocer su historia y realidad actual: las grandes transformaciones producidas en las últimas décadas, la forma de pensar, el modo de vivir de los chinos y su sociedad. Además puede servir para conocer a fondo lo que está ocurriendo en un país-civilización, conocer la China profunda, pues muchas obras literarias abordan de manera bien ilustrativa las problemáticas de la China de hoy", dice Sun Xintang, subdirector del Centro Regional del Instituto Confucio para América Latina (Crical). Sun ayudó a difundir esta idea: él estuvo a cargo de la selección (y parte de la traducción) de "La flor del ciruelo. Literatura china contemporánea", una antología de once cuentistas, poetas y dramaturgos actuales publicada por la editorial chilena Lom. Entre los autores están Yan Li, Li Jingze (Lom publicó "Un pájaro y otros relatos"), Pema Tseden, la poeta Lan Lan, entre otros. Un autor que no está en la antología de Sun es Qiu Xiaolong. A lo largo de una saga protagonizadas por el inspector Chen Cao, el escritor chino Qiu Xiaolong (Shanghai, 1953) narra en clave policíaca algunos de los problemas de China durante el gobierno de Deng Xiaoping. Ambientada en Shanghai en 1990, el inspector Chen debutó el año 2000 con "Muerte de una heroína roja", la historia de Guan Hong Ying, una trabajadora modelo del PCCh que apareció muerta en un río. Chen investigó y encontró un mundo en que los altos mandos del régimen y sus familiares abusaban de las clases inferiores.
Sun destaca que la literatura latinoamericana en China es bastante conocida, "mucho más conocida que la literatura china en América Latina".
Para la serie del inspector Chen, Qiu sitúa "una historia de asesinato en un contexto cultural, social y político específico", dice el escritor, y da ejemplos: "El dragón de Shanghai" (2016) en "la corrupción incontrolable" del país; "El crimen del lago" (2013) en la crisis ambiental; "Seda roja" (2010) en la de la Revolución Cultural; "El enigma de China" (2014) en "el control gubernamental desesperado del espacio de internet". "Cada uno de los casos de asesinato puede ser directa o indirectamente el aspecto político o social en cuestión, en el que el crimen tiene lugar", comenta el escritor radicado en EE.UU., cuyo padre fue víctima de los Guardias Rojos de la Revolución Cultural. Sobre las ventajas de entrar a China por sus libros, Qiu es categórico: "En términos de censura ideológica, los medios y la literatura están prácticamente en el mismo barco", y destaca que la Asociación de Escritores es "financiada por el gobierno para mantenerlos bajo control”. A la hora de recomendar obras literarias, Qiu escoge títulos como "Stories", de Lu Xun, considerado el padre de la literatura moderna en China; "Balzac y la joven costurera china", de Dai Sijie (2001), sobre dos adolescentes chinos enviados cerca de la frontera con el Tíbet como parte de la "reeducación" implementada por Mao Zedong y "Familia", de Ba Jin (2014), sobre la desintegración de la China feudal a comienzos del siglo XX. Sun Xintang escoge, por su parte, "Diarios de un loco", de Lu Xun; "La palabra que vale por diez mil", de Liu Zhenyun; dos de Mo Yan: "La vida y la muerte me están desgastando" y "Cambios"; "Corriendo por Beijing", de Xu Zechen; "El don", de Mai Jia; y "El diccionario de Maqiao", de Han Shaogong. Han es uno de los incluidos en la antología "La flor del ciruelo", con el cuento "La danza que guarda secretos", sobre un escritor chino que viaja por América Latina, con Chile como primera escala. Luego de problemas con una visa, de una falla del sistema de sonido durante una reunión en Santiago entre el Primer Ministro y "la Presidenta", y reflexiones sobre los latinoamericanos, el protagonista/Shaogong comenta: "Pero dicho en general, los latinoamericanos no son tan despistados, desaliñados, vagos y juerguistas, ni son dueños del libertinaje o de la frivolidad. Sin embargo, en esta vasta región, si un país bien europeizado como Chile puede tener el aprieto en una ceremonia de Estado, ¿cómo pueden ser menos las trabas en otros países latinoamericanos?". Sun destaca que la literatura latinoamericana en China es bastante conocida, "mucho más conocida que la literatura china en América Latina". "Empieza a traducirse masivamente a partir de los 80 e influyó considerablemente en la literatura china actual. Muchos escritores me han dicho que recibieron buena influencia latinoamericana", dice el experto y destaca que "Cien años de soledad", de Gabriel García Márquez, vendió más de dos millones de ejemplares en China, y que "2666", de Roberto Bolaño, vendió 100 mil copias en un año. Un intercambio cultural que empieza a ser fluido y que puede ser un complemento al acercamiento económico y comercial que China y América Latina han llevado adelante durante las últimas décadas.