Reconocido como uno de los máximos “peronólogos” extranjeros, el historiador israelí Raanan Rein avanza en su saga de investigaciones sobre las políticas de inclusión que puso en marcha Juan Domingo Perón, en la construcción de lo que luego fue el mayor movimiento político de la Argentina. “La apertura del primer peronismo hacia colectividades no europeas ni católicas hoy podrían servir como un modelo a emular en este mundo cada vez más racista y menos tolerante”, sostiene durante una breve visita a Buenos Aires para la presentación de su último trabajo “Los muchachos peronistas árabes”. En una extensa entrevista café de por medio, Rein destaca el rechazo del líder justicialista al concepto liberal de crisol de razas, reitera que el General no era nazi como muchos sostienen y revela que está recopilando información sobre el apoyo de los argentinos-japoneses al justicialismo, en la que quizás sea su próxima publicación. - ¿Qué observa en la sociedad argentina, teniendo en cuenta que estudió durante años el peronismo? - La visión de la gente se caracteriza por un enfoque binario, por pintar todo en blanco y negro, sin matices ni otras perspectivas. En mis libros intento analizar el fenómeno peronista, pero siempre me encuentro con la misma pregunta: ¿Vos sos peronista? Me suelen interpelar como si antes de ponerse a leer mis textos, necesitaran saber si me defino en forma ideológica con respecto a la política argentina. - ¿Y cuál es su respuesta? - Como no soy argentino, no vivo aquí y no estoy metido en las internas de la política local, me veo liberado de la necesidad de definirme. Lo que intento es analizar con sus sombras y luces este fenómeno que es el peronismo. Porque hay muchos valores y políticas que aprecio y elogio, pero el mismo tiempo hay otros aspectos que he criticado. Así como intento enfatizar su impulso democratizador, no olvido su impulso autoritario. Porque ambos coexisten. - ¿El peronismo es, como sostienen muchos, un fenómeno imposible de explicar? - Una de las características de los argentinos es que se creen únicos. Cuando una sociedad repite que es única, pierde la posibilidad de analizar ciertos fenómenos desde una perspectiva comparativa. Si somos únicos no hay con quienes compararnos. Por eso, intento analizar este país desde una perspectiva comparativa y, de repente, algunas cosas que parecen terribles pueden ser así, pero resulta que también han sucedido en otros lugares. Eso me puso varias veces en situaciones incómodas y me trajo críticas feroces, por ejemplo, cuando hablé del fenómeno del antisemitismo en la Argentina. - ¿Somos antisemitas? - Siempre ha existido una corriente antisemita, sin ninguna duda, y en el plano social mucha gente tiene estereotipos acerca de los judíos. Pero es importante señalar que ocurre exactamente lo mismo en otros países. Cuando la gente habla de la entrada de criminales de guerra nazis en la Argentina, parece muy problemático pero se olvidan que pasó lo mismo en Estados Unidos, la Unión Soviética, Canadá y en Sudáfrica.
"Los inmigrantes japoneses tenían que enfrentar desafíos aún mayores que los judíos o árabes. Pero respecto a la política de reconocimiento por parte del peronismo, fue absolutamente igual".
- Eso no invalida el cuestionamiento… - Coincido totalmente. Pero vincular a Perón con el nazismo fue una forma de deslegitimación, un mecanismo de la sociedad argentina para no asumir la responsabilidad frente a distintos fenómenos. Es más fácil echarle toda la culpa al peronismo. El peronismo era antisemita, dicen, como si antes y después del peronismo no hubiera habido expresiones antisemitas en la Argentina. El peronismo dejó entrar a criminales de guerra nazis, dicen, como si después de la caída de Perón todos los presidentes argentinos hubieran estado dispuestos a extraditar a esos criminales de guerra nazis a Alemania, a Israel o a otros países. Todo mentira. Hace poco leí unos documentos de la DAIA sobre la posición de la Argentina durante la Segunda Guerra Mundial. La mitad de las notas hablaban de las restricciones a la entrada de judíos, pero a mediados de los años treinta. Todos los males no son responsabilidad del peronismo. - Al respecto, en su nuevo libro “Los muchachos peronistas árabes” y en el anterior “Los muchachos peronistas judíos” destaca la intención de Perón de enseñar a esas colectividades que podían gozar de derechos políticos plenos. - Sin ninguna duda. Cambia el concepto de ciudadanía y transmite este mensaje a las colectividades étnicas que desde ese momento son parte integral de la nación. Y no solamente eso, también les asigna un valor agregado porque les dice que son argentinos pero además, al tener lazos con sus países de origen, les señala que pueden aportar aún más al desarrollo argentino. - No tienen la obligación de romper con sus orígenes. - Exactamente, pero eso iba en contra con el concepto tradicional de crisol de razas, según el cual los inmigrantes tenían que dejar de lado su bagaje cultural para ser considerados argentinos. Con Perón se podía ser patriota y al mismo tiempo, conservar un componente identitario, étnico, de mantener los lazos con las madres patrias. - Lo único que les exigían era que fueran peronistas. - Así es. Acá entra la dimensión autoritaria. No interesaba si eran comunistas, socialistas, conservadores, descendientes de italianos o sirio libaneses, lo único importante era que fueran peronistas. Y los que no eran peronistas a veces eran considerados traidores o vendepatria. Las dos caras de la moneda. - ¿Qué elementos tuvo Perón para impulsar esta apertura, teniendo en cuenta que en su formación militar seguramente debe haber incorporado aquel concepto liberal del crisol de razas? - El error es que solemos hablar solamente de Perón, como si no existieran otros dirigentes que también tuvieron su peso. Desde hace veinte años, estoy promoviendo este concepto de la segunda línea de liderazgo, compuesto por gente de distintos orígenes ideológicos, sociales y étnicos. Perón venía con una formación conservadora y, por ejemplo, tiene discursos del 46 o 47 en los que dice que un buen argentino debía ser católico. Era excluyente. Pero luego hay una evolución, en parte por la influencia de gente que estaba alrededor de él, como su primer ministro del Interior, Ángel Borlengui, que sirvió de nexo con la colectividad judía. Pero no fueron sólo palabras. La expresión de esta maravillosa polifonía que es la sociedad argentina empezó a expresarse en medidas como la cláusula que Perón introduce en la Constitución de 1949 contra cualquier tipo de discriminación y, años después, con la reforma de Menem en los años 90, que abrió la posibilidad a los no católicos para ser presidentes de la Argentina.
"Vincular a Perón con el nazismo fue una forma de deslegitimación, un mecanismo de la sociedad argentina para no asumir la responsabilidad frente a distintos fenómenos".
- ¿Qué rédito político obtuvo Perón? - Perón lo hace por muchos motivos. Estaba muy despierto y escuchando sugerencias de su entorno, que le aconsejaba rechazar su imagen nazi fascista en Estados Unidos y en algunos países europeos. Entonces sale a decir que la Argentina aceptaba a todos, así fueran “blancos, negros y amarillos” por decirlo de alguna forma. Claramente, hubo un oportunismo político para aprovechar el apoyo de distintos sectores y, en el caso de los árabes, de las provincias donde se instaló esta colectividad. - En sus investigaciones sobre los vínculos de judíos y árabes con el justicialismo, se observan no pocas coincidencias. - (Sonríe) Hay tantas coincidencias que, de hecho, algunas pocas páginas del nuevo libro están casi copiadas del anterior. Solamente tuve que cambiar la palabra judíos por la palabra árabes. Lo hice para poner énfasis en las similitudes que hubo en las pautas de migración, integración social y lucha contra estereotipos negativos acerca de aquellos vendedores ambulantes a los que llamaban despectivamente turcos o rusos. - Habla de las similitudes, ¿pero cuáles fueron las diferencias? - En su gran mayoría, los inmigrantes judíos se concentraron en la Capital Federal, por la vida urbana de muchos judíos europeos antes de su inmigración a la Argentina, porque en Europa no les dejaban ser dueños de las tierras por lo que muchos de ellos nunca trabajaron la tierra, buscaban ganarse la vida con profesiones urbanas. En cambio, los inmigrantes árabes se dispersaron a lo largo y lo ancho de la república, de Tucumán, La Rioja, Catamarca, Santiago del Estero a Neuquén. Su integración política y social tenía sus propios matices en las provincias. Siempre digo que mi intención es evaluar esta nueva política del peronismo hacia distintas colectividades étnicas, que no sean necesariamente europeas o católicas. En broma me preguntan cuál será mi próximo trabajo. Les respondo que será sobre el primer peronismo y la colectividad japonesa. Otra colectividad no europea, no católica. - Bueno, en su último libro se refiere en varias oportunidades a los japoneses. Imagino que el próximo se titulará “Los muchachos peronistas japoneses”. - Es muy probable (risas). - ¿Cuál es la principal diferencia que ha podido vislumbrar en esa inmigración japonesa a la Argentina, y su posterior incorporación al peronismo? - Como primera medida hay que destacar que hay una gran diferencia en la magnitud de la inmigración. La inmigración judía fue la tercera en importancia, después de los italianos y españoles. Y luego vino la de los árabes. Grupos relativamente grandes de personas. En el caso japonés, estamos hablando de un número reducido de inmigrantes. Y eso hace una gran diferencia, porque los nuevos inmigrantes siempre necesitan de redes de apoyo social, familiar, étnico, para poder conocer la realidad del nuevo país, aprender el idioma, encontrar un trabajo. En el caso de los japoneses, estamos hablando de inmigrantes que de inmediato se reconocen como otros. Muchos de los inmigrantes judíos o árabes no podían ser identificados por sus rostros, mientras que la fisonomía de los japoneses era distinta. Las diferencias en lo cultural eran mayores, sobre todo si lo comparamos con los inmigrantes judíos. Los inmigrantes europeos saben algo sobre lo que significa ser judío, a pesar de las diferencias saben algo sobre la Biblia, hay algún denominador común que casi no existe con los inmigrantes japoneses. Ellos tenían que enfrentar desafíos aún mayores que los inmigrantes judíos o árabes. Pero respecto a la política de reconocimiento por parte del peronismo, fue absolutamente igual. - ¿Cuál cree que es el principal aporte de sus libros? - Me parece que ofrecen una llave para entender mejor a la sociedad argentina y al movimiento peronista. Conocer la historia ayuda a comprender que no es nueva la fragmentación que vemos hoy en día en el peronismo. El tema es si aparece dentro del movimiento, como ocurrió en varias oportunidades, un líder capaz de crear un consenso mínimo entre las diferentes corrientes políticas. Publicado, en forma parcial, en Tiempo Argentino Foto: Diego Paruelo