“Cuando se toma lo falso por verdadero, lo verdadero se torna falso; cuando de la nada nace el ser, el ser permanece en la nada”. Esta es la inscripción que figura en el arco que da acceso a la Tierra de la Ilusión y el Gran Vacío, y que sirve de advertencia a Jia Baoyu, (贾宝玉) el protagonista principal de “Sueño en el Pabellón Rojo” (Hong Lou Meng, 红楼梦) o, como la bautizó Jorge Luis Borges, “la novela más famosa de los casi tres milenios de literatura china”. Su autor, Cao Xueqin, fue un extraordinario poeta, calígrafo y músico de mediados del siglo XVIII que murió en la miseria sin terminar su obra maestra, de la que escribió únicamente los 80 primeros capítulos. “Sueño en el Pabellón Rojo” se imprimió en 1791, con un total de 120 capítulos, después de que Cheng Weiyuan y Gao E dijeron haber encontrado en una tienda de antigüedades el final del relato, aunque lo más probable es que fueran ellos mismos quienes la terminaran. El texto gozó de una increíble popularidad durante el siglo XVIII y, aunque fue prohibido, nunca dejó de circular clandestinamente en forma de copias manuscritas. Su resurgimiento tuvo lugar en las postrimerías de la dinastía Qing, a principios del siglo XX, y su momento álgido llegaría durante la segunda mitad de esa centuria.
En realidad es mucho más que una historia de amor: es una crítica feroz a las contradicciones y miserias de una nobleza decadente que gobernaba China.
La novela narra los desvelos amorosos de dos personajes excéntricos y apasionados: Jia Baoyu (贾宝玉) ‘Jia jade precioso’ y Lin Daiyu (林黛玉). El primero, descendiente de los duques de Ninguo y Ronguo, está marcado por un hecho extraordinario ya desde su nacimiento: vino a la vida con un jade en la boca con la siguiente inscripción: “Jade Precioso de las Comunicaciones Espirituales/ Nunca perder, nunca olvidar/ Vida eterna, duradera prosperidad”. Su existencia se desarrollará entre el rigor marcado por su padre y el cariño y la condescendencia de su abuela, la Anciana Dama, quien le procurará todo tipo de caprichos y favores. El joven vive en el Jardín de la Vista Sublime una existencia bucólica y desenfadada, rodeado de muchachas con las que alterna alegremente, y sin más preocupación que la de participar en fiestas y componer versos. Además de sus esporádicos devaneos sexuales o, como eufemísticamente se llama en la novela “práctica del juego de la lluvia y de la nube” con algunas sirvientas de la mansión, Baoyu fijará su atención en un grupo de señoritas llamadas Las doce bellezas de Jinling, entre las cuales destacan sus dos primas Lin Daiyu y Xue Baochai. Lin Daiyu es en principio un personaje complementario al del protagonista si bien presenta ciertas similitudes con este. Se aleja de los estándares confucianos reservados para las chicas de su edad: esto es, limitarse a ser una mujer sin talento. Al contrario, goza de grandes conocimientos sobre los clásicos y una gran habilidad para el discurso y la composición de poemas, virtudes que entusiasman a su primo Jia pero que causan rechazo en los demás miembros de la comunidad. Lin sufrirá la opresión por su singular condición y deberá afrontar las presiones y los prejuicios del mundo que la rodea. Su temperamento y actitud lucharán contra el jinyu liangyuan (金玉良缘) “casamiento del oro y el jade”, esto es, una metáfora del matrimonio preconcebido por intereses familiares. Aunque “Sueño en el Pabellón Rojo” es, en esencia, una historia de amor escrita, según afirma su autor “con palabras falsas y en lengua vulgar”, en realidad es mucho más que eso: es una crítica feroz a las contradicciones y miserias de una nobleza decadente que gobernaba la China de aquella época, y un manifiesto contra la codicia descontrolada y la falta de escrúpulos, dos atributos encarnados en el personaje de Wan Xifeng, mujer del primo paterno de Baoyu, quien se encarga con mano de hierro de la administración de la mansión Rong hasta que es ahogada por su propia codicia. El autor Cao Xueqin utiliza todos los registros del lenguaje para dejar al descubierto las contradicciones de una sociedad en clara decadencia. Sin embargo, además de una crítica feroz a los excesos y la corrupción de los aristócratas de la época, el autor advierte al lector de algo mucho más atemporal: la vacuidad de la vida y la falsedad que subyace en todo ejercicio de ostentación, así como la falta de fundamento de una sociedad donde solo imperan las apariencias. El apellido Jia (贾), homófono de falso (假), planea sobre todo el relato como una metáfora entre líneas de que no es oro (o en este caso, jade) todo lo que reluce.
La novela es considerada una auténtica enciclopedia sobre la vida y costumbres de la corte durante la última dinastía china.
En principio, “Sueño en el Pabellón Rojo” es la cronología de las vivencias terrenales de un dios encarnado en una roca, de ahí su nombre original, Memorias de una roca. El juego entre lo humano y lo divino es una constante en una obra que fusiona las dos principales religiones de China, el taoísmo y el budismo, para guiar al lector, aunque no adoctrinarlo, sobre el camino hacia la virtud. El protagonista inicial es, de hecho, una roca desechada por la diosa Nüwa cuando esta se disponía a reparar la bóveda celeste, que “había cobrado una esencia fundamental” para permanecer en el olvido, con lo que permanecía día y noche sumida “en lamentaciones, desconsolada y llena de vergüenza”. Un día, al ver aparecer a un monje budista y a un bonzo taoísta, les pide encarecidamente que le permitan descender al mundo de los mortales para ‘disfrutar de sus riquezas y placeres’. Conmovidos por la pureza de aquella roca, los monjes deciden convertirla en un precioso jade, al que bautizan con el nombre de ‘Jade de las Comunicaciones Espirituales’ y lo hacen descender al mundo terrenal para que tenga la oportunidad de mezclarse con los mortales. Tras el paso de muchos ‘siglos y kalpas’ el reverendo Kong Kong (空空) ‘Vanidad de las Vanidades’, decide divulgar la historia grabada en la roca tras comprobar que “aunque el tema principal era el amor, se trataba sencillamente de una crónica de acontecimientos reales superior a aquellas falsas obras envilecidas que tratan de citas licenciosas y aventuras disolutas”. Los expertos creen que esa “crónica de acontecimientos reales” no es otra que la propia vida de Cao Xueqin, cuya biografía coincide con los hechos narrados en la obra. Igual que Jia Baoyu, también fue miembro de una familia rica caída en desgracia y, como él, estuvo inicialmente destinado a “reparar la bóveda celeste”, esto es, formar parte de la élite dirigente del país. Una obra clave Además de ser una de las obras más citadas de la literatura contemporánea y la cumbre más alta de la novela, estamos delante de una auténtica enciclopedia sobre la vida y costumbres de la corte durante la última dinastía china y de un detallado manual de protocolo y hábitos de la sociedad opulenta del momento. Tal y como se señala en el prólogo de la edición española, “lo que hizo Cao Xueqin fue levantar los cerrojos de los lujosos portones de las mansiones aristocráticas y reducir la altura de los muros”. Además, es un compendio de grandes clásicos de la literatura china, como el Clásico de la Poesía (诗经), el Clásico de los Ritos (礼记) y los Anales de las Primaveras y Otoños (春秋), sobre los que abundan las referencias, así como de los principales libros confucianos: La Gran Enseñanza (大学), la Doctrina del Justo Medio (中庸) y las Analectas (论语). Tal es la importancia académica de esta obra que durante 200 años se popularizó la creencia de que “es inútil leer todos los libros clásicos si no se sabe disertar sobre Hong Lou Meng”. Su relevancia en el imaginario colectivo de la sociedad china es tal que ha llegado a desarrollarse una disciplina académica llamada Hongxue (红学) dedicada específicamente al estudio de este clásico. Por si todo esto fuera poco, la obra también es un compendio de creencias populares, costumbres ancestrales y descripciones pormenorizadas de remedios de medicina tradicional, como prueban las numerosas recetas desglosadas al detalle. También es una rica fuente de información sobre los numerosos rituales de la tradición taoísta y budista, y una de las últimas obras chinas de la época en la que pueden encontrarse objetos llegados de Occidente tales como las tijeras o las gafas. Pero, por encima de todo, Hong Lou Meng es un juego de símbolos. Nada queda al azar en esta sublime obra. “Cada palabra me ha costado una gota de sangre” sostenía el autor. Cabe destacar las sutilezas metafóricas y las constantes referencias a lo divino y lo terrenal, entre lo falso (jia) y lo verdadero (zhen), con los que el autor ‘juega’ constantemente con el lector así como las continuas referencias a los aspectos trascendentales de la vida y la naturaleza predestinada de los personajes, cuyo destino queda descrito en las revelaciones divinas del capítulo V. Nada es fortuito y todo adquiere una explicación simbólica o metafórica, desde la inscripción del jade de Baoyu hasta el trágico destino de la docena de doncellas que acompañan al protagonista. “No hace mucho que se congregaron en este lugar las reencarnaciones de algunos amantes de otros tiempos y he venido buscando la ocasión para prodigar amor y deseo. Nuestro encuentro no es casual”, replicaba la diosa del Desencanto a Baoyu mientras éste soñaba con la Tierra de la Ilusión y el Gran Vacío. El término chino yuanfen (缘分) cuyo significado es “relación predestinada”, adquiere un significado crucial en una historia que remarca que el destino del autor, de los personajes y de toda la humanidad, está condenado a repetirse al cabo de tantos siglos y kalpas y sobre el que de nada vale lamentarse, según lo que se desprende de los versos finales de la obra que “alguien escribió para explicar mejor el propósito del autor”: