Novelista, poeta y periodista, Kimani (Nairobi, 1971) no deja de recibir elogios desde que el año pasado vio la luz su tercera obra, “Dance of the Jakaranda” (El baile de la jacaranda), publicada en Reino Unido y Estados Unidos con gran éxito de público y crítica. La novela entró en la lista de los cien mejores libros de 2017 del diario The New York Times y optó a los premios Hurston/Wright, principal galardón para escritores negros de Estados Unidos, y People’s Book Prize, que patrocina el maestro británico del suspense Frederick Forsyth, autor de clásicos como Chacal. “Estoy gratamente sorprendido” por la acogida de la obra, comenta Kimani en una céntrica librería de Nairobi, tras firmar ejemplares de su libro a decenas de admiradores. Anclada en la tradición de la narración oral africana, “Dance of the Jakaranda” recrea el ascenso y caída del colonialismo británico en Kenia hasta su independencia en 1963, en el contexto de la construcción del ferrocarril que vertebró al país.
“Aunque es un género latinoamericano popularizado por García Márquez, el realismo mágico evoca narrativas de mi propia comunidad”.
La prosa creativa de Kimani, que relata historias personales de amor y tragedia en un contexto de jerarquías raciales y gobierno colonial, y su seductora combinación de realidad y fantasía “recordarán a los lectores la obra de Gabriel García Márquez”, según la revista Booklist, de la Asociación Americana de Bibliotecas. El autor keniano comparte esa opinión: “Aunque es un género latinoamericano popularizado por García Márquez, el realismo mágico evoca narrativas de mi propia comunidad”. El escritor colombiano “ha sido una gran influencia en mi forma de escribir (...). Su libro ‘Cien años de soledad’ es uno de mis preferidos. De hecho, recuerdo sus primeras líneas”, remarca. Kimani guarda entonces un breve silencio, aclara la voz y recita ese famoso arranque: “Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo”. El novelista, que anhela una “traducción al español” de su libro para cautivar a los lectores de España y Latinoamérica, también se inspira en su compatriota y amigo Ngugi wa Thiong’o, gigante de las letras africanas y eterno candidato al Premio Nobel de Literatura. “Crecí leyendo sus libros”, recuerda Kimani, quien reivindica para “Ngugi” el galardón de la Academia Sueca.
¿Y por qué el Comité del Nobel no reconoce a Thiong’o? “Todos los premios -responde- están creados para promover una cierta manera de pensar. Y Ngugi es un rebelde”.
“El primer y último africano (negro) en ganar el Nobel de Literatura fue (el nigeriano) Wole Soyinka en 1986. ¿El Comité del Nobel considera que África no ha producido nada en treinta y tantos años? No lo creo”, reprocha. ¿Y por qué el Comité del Nobel no reconoce a Thiong’o? “Todos los premios -responde- están creados para promover una cierta manera de pensar. Y Ngugi es un rebelde”. “Ha sido un rebelde desde el principio si se piensa en su giro para escribir en su lengua materna (tras abandonar el inglés por el dialecto kikuyo), lo que implica un rechazo del imperialismo europeo. Y este es un premio organizado por europeos”, explica. A su juicio, el idioma “transmite poder” y Thiong’o representa a “alguien que amenaza con subvertir la jerarquía de este poder”. Pese a todo, Kimani percibe, desde hace una década, un “mayor aprecio por la literatura africana” que se nota en el propio continente, donde triunfan nombres como la nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie, que es “muy leída aquí”. “Quizás hay un nuevo pensamiento sobre el continente. Y sus escritores tienen más aceptación que cuando los thrillers europeos dominaban librerías como esta”, explica el literato, quien ya trabaja en su cuarta novela, “California”, una trama sobre refugiados ambientada en un barrio homónimo de Nairobi. Antes del éxito de “Dance of the Jakaranda”, Kimani saltó a la fama en 2009, cuando fue uno de los tres poetas internacionales seleccionados para componer un poema en la investidura de Barack Obama como primer presidente negro de Estados Unidos. Obama, cuyo padre era keniano, “nos enseñó que todo es posible” y su llegada a la Casa Blanca supuso “un gran momento de esperanza para el mundo”, remarca Kimani. “Su sucesor es interesante. Constituye todo lo contrario”, dice el escritor, con cierta ironía, sobre el actual presidente estadounidense, el polémico magnate Donald Trump. Sin embargo, Kimani asegura haber extraído una lección de Trump: “Puedes tener todo el dinero, toda la influencia y todo el poder del mundo, pero eso no te convierte en un ser humano decente”.