El miércoles pasado el Presidente de India, Amit Shah, junto con el Yogui Adityanath, primer ministro de Uttar Pradesh (estado en el que se desarrolla la Kumbh Mela) y el conocido Yogui Baba Ramdev, se hicieron presentes en Prayagraj. Este es el nuevo nombre con que se ha rebautizado a la ciudad de Allahabad, siguiendo la tradición de rebautizar las ciudades en India con su nombre más antiguo, aunque en este caso no frente a un nombre inglés (como el caso de Chenai-Madrás) sino reemplazando un nombre islámico. Junto a ellos participaron los sadhus de las 13 akharas o congregaciones monásticas tradicionales, que suelen participar de la Kumbh mela: siete shivaítas, tres vishnuítas, dos udasinas y una sikh. En la semana que comienza, representantes de distintas naciones extranjeras que hemos sido invitados por el ICCR, el órgano gubernamental de difusión de la cultura de India en el exterior, asistiremos a la misma y contemplaremos su desarrollo. Ello fue precedido por una visita realizada a la zona durante el pasado mes de diciembre para las misiones diplomáticas de 70 países que pudieron contemplar, con anticipación, la organización que distingue este año al evento, con vistas a estimular las visitas de sus congéneres. La Kumbh Mela es el festival religioso más destacado del poblado calendario litúrgico hindú. Se celebra cada 12 años en esta ciudad, aunque cada seis transcurre una “media” celebración en esta ciudad, a las que se agregan las Kumbh más pequeñas que se realizan en las otras tres ciudades en que la mítica hindú relata que fue derramado sobre la tierra el néctar de inmortalidad que los dioses portaban en un pote (kumbh). Forma simbólica hindú de describir un fenómeno fundante de toda tradición religiosa: la vida es el encuentro entre la energía que desciende de los cielos, y la fecundidad de la tierra. El objeto de la vida es entrar en contacto con esas energías superiores, y para ello, determinados espacios y tiempos son siempre considerados propicios. Y de allí nacen los templos y las festividades, los lugares y tiempos sagrados de todas las religiones, sea cual sea su organización.
Se celebra cada 12 años en Prayagraj, el nuevo nombre de Allahabad, aunque cada seis años se realiza una "media" celebración a las que se agregan las Kumbh más pequeñas de otras ciudades.
El hindú busca entrar en contacto con ese néctar o amrita, purificándose con las aguas sagradas que se ubican en la Kumbh Mela. A poco más de un mes de comenzada, ya han transcurrido los tres baños reales, que son los acontecimientos que congregan a los peregrinos: el 14 de enero con el comienzo de la Mela; el 4 de febrero con la llamada Mauni Amavasya, el día de la luna nueva, y fecha del baño ritual más importante, y el 10 de febrero en la celebración de Basant Panchami, el inicio de la primavera. Adicionalmente otros tres baños menores se celebran el 21 de enero, 19 de febrero y el último el que se celebrará el 4 de marzo, en coincidencia con la gran festividad del Mahashivaratri, la gran noche en que se invoca el dios Shiva. Para quien no haya estado aquí, es difícil imaginarse las dimensiones del fenómeno. No alcanza con decir que es la reunión más numerosa del mundo, no solo religiosa. Está fuera de los patrones con los que podríamos comparar las cosas. Este año fue significativamente ampliada la superficie de este "campamento" que se monta para recibir a los peregrinos, en forma de una verdadera ciudad que emerge de la nada en las orillas desérticas de los ríos o madres sagradas Ganga y Yamuna cada seis años. Ahora tiene una superficie, para que puedan dimensionar allí, al menos igual a la de la ciudad de Buenos Aires (una rectángulo de 10 x 20 km) aunque, a falta de datos oficiales, la cifra puede aumentar hasta más de 300 km2. La gigantesca inversión realizada por el gobierno en infraestructura, incluyendo un nuevo aeropuerto, remodelación de las estaciones de tren, trenes adicionales, y un sinfín de mejoras, más la gran difusión que se le está dando al evento, auguran una convocatoria sin precedentes, no sólo en la historia de India sino en cualquier otro lugar del mundo. Ya sea que se tome el total de la concurrencia en sus más de 40 días, o solo en alguna de las fechas centrales. Adicionalmente a esa gran masa de devotos que peregrinan, el sello distintivo es que concurren una innumerable cantidad de sadhus, gurús, maestros, samnyasins. Esto incluye las ya mencionadas akharas y a los famosos nagas, o renunciantes de las órdenes shivaítas que pintan sus desnudos cuerpos con la ceniza ritual que sella su voto de renuncia, y que tienen en la Kumbh Mela el único contacto que mantienen con el mundo cada seis años. En el día de inicio, el del baño ritual Makar Sankranti que señala el cambio de posición del sol cerrando el ciclo de invierno y comenzando su ciclo ascendente o creciente, se calcula que asistieron alrededor de 12 millones de personas. Y el día del baño ritual central, la luna nueva del 4 de febrero, superaron los 40 millones. Si, leyeron bien, 40 millones. Casi toda la población de Argentina asistiendo al evento: 4 lakhs como dicen los indios en su peculiar sistema métrico. A partir de las 3 de la mañana, con un clima en la zona durante toda la Kumbh que no supera por la noche los cero grados, y ese día en medio de una intensa niebla, comenzaron a llegar los asistentes hacia el punto específico en que esperan poder bañarse ritualmente, llamado Triveni Sangam, o triple confluencia: un pequeño espacio en que se unen el Ganges, el Yamuna, y el invisible río Saráswati.
Para quien no haya estado aquí, es difícil imaginarse las dimensiones del fenómeno. No alcanza con decir que es la reunión más numerosa del mundo, no solo religiosa. Está fuera de los patrones con los que podríamos comparar las cosas.
Y aunque esa fecha es llamada Mauni Amavasya, la del silencio, y de hecho muchos practican voto de silencio, la gran multitud, al grito de "Hara, hara, Mahadev" (gloria al Gran Dios, también asociado primariamente a la invocación de Shiva) o "Ganga Maiya ki Jai", precedida por el intenso desplazamiento de los Nagas hacia el Sangam, se desplaza a lo largo de todo el día subiendo a los botes para llegar a la confluencia, o en las riberas cercanas a la misma, como pueden ver en las fotos adjuntas. Y lo más notable es que semejante conglomeración transcurre en un "ordenado caos" de por sí característico de la sociedad india. Ordenado caos u orden caótico a nuestra vista, ya que aunque para nuestra percepción parece ser un caos, en su funcionamiento se muestra como un tipo de orden diferente, pero que funciona. Y los resultados lo demuestran: a 33 días de comenzada la Kumbh, se desconoce la existencia de muertos. A manera de simple información, sin pretensión de odiosas comparaciones religiosas, la peregrinación anual a la Mecca que reúne unos dos millones de personas en tres días, registró en el 2015 una tragedia de al menos 769 muertos, en el reporte oficial, en menos de 10 minutos, aunque se cree que fueron muchos más. Si uno mira las fotos de la manera "organizada" en que los peregrinos se desplazan en Arabia, entre "muros de acero" y la "desorganizada" manera en que lo hacen los indios, quizás encuentre un esbozo de explicación, que hasta puede despertar el interés de los estudiosos de la teoría de los sistemas y la auto-organización de los organismos vivientes, como p.e. Las abejas o las hormigas. Los indios tienen incorporado en los genes una manera de autoorganización que les permite vivir y sobrevivir en condiciones en que para el resto de los mortales nos parecerían casi imposibles. Ocurre en la Kumbh Mela, a un grado superlativo, lo que uno puede experimentar cualquier tarde en que camine por las destartaladas calles de Chadni Chowk y sus adyacencias en Old Delhi. El antecedente de los 42 muertos en una estampida de peregrinos en la Mela del 2013 (a la que asistieron más de 100 millones) ocurrido en la estación de trenes extremó las medidas de seguridad con el despliegue, para el evento, de 20.000 policías; 6000 guardias; 40 estaciones de policía, 58 puestos; 40 cuarteles de bomberos; 40 torres de observación; 1000 cámaras de televisión. Y no seguiremos dando números pues, en última instancia, son sólo números y son tan enormes que hasta que uno está aquí no los puede magnificar. Sin embargo, dejando los números de lado, y todas las vistosidades que uno observa transitando las calles de esta ciudad temporaria, de lo que se trata es de millones de almas que pacíficamente peregrinan desde lugares cercanos o muy lejanos, a lo largo de horas o días, para tener la oportunidad de escuchar a sus ya conocidos maestros espirituales, o encontrarlos en alguna de los miles de carpas que las distintas organizaciones montan. Y poder ingresar en las aguas con el ansia de librarse del polvo que se nos queda pegado en el alma mientras transitamos en la vida, y descubrir, más allá de toda idea religiosa, mítica, o filosófica, que somos seres llamados a la trascendencia y por lo tanto hechos de paz y alegría. Porque es con una sonrisa con que se ve partir a los peregrinos que, saliendo de las aguas de sus Madres dadoras de vida, comparten, casi todos en familia, o con las familias adoptivas que encuentran en el peregrinaje, la felicidad de estar plenamente Vivos, haciendo realidad el yuj del Yoga: en unión con los demás hombres, a la Madre Tierra, y con Dios.