En plena guerra de Corea, ocho jóvenes de la élite norcoreana viajaron a estudiar cine en Moscú y nunca regresaron a su país. El documental "Goodbye My Love North Korea" ("Adiós, mi amor, Corea del Norte"), de la directora y profesora de universidad surcoreana Kim So-young aporta un punto de vista único sobre la diáspora coreana y las consecuencias de esta separación. Los "Ocho de Moscú", como se conoce a este grupo, fueron elegidos por Pyongyang para estudiar en el prestigioso Instituto Superior Cinematográfico del Estado de Moscú, la escuela de cine más antigua del mundo. Partieron en dirección a la Unión Soviética en 1952, cuando Moscú apoyaba, junto a Pekín, a las fuerzas norcoreanas contra el Sur. En aquella época, solo los norcoreanos más brillantes podían ser seleccionados para ser cineastas, sin importar qué habían estudiado antes, explicó Kim. El cine estaba considerado como un elemento crucial para consolidar la lealtad de la población.
El documental aporta un punto de vista único sobre la diáspora coreana y las consecuencias de esta separación.
"Por supuesto, el Norte estaba muy influido por Lenin, que consideraba el cine como el arte más importante", señaló la directora. La desestalinización "Entre los ocho, había uno que estudió física nuclear antes de ser seleccionado para estudiar cine en Moscú. Ni siquiera sabía lo que era una película", dijo Kim. El hijo y sucesor de Kim Il Sung, Kim Jong Il, padre del actual dirigente, Kim Jong Un, era un apasionado del cine e incluso ordenó secuestrar, en 1978, a un director surcoreano y a una actriz para ayudar a fomentar la industria cinematográfica del Norte. En la actualidad, Pyongyang sigue invirtiendo en la industria del celuloide. Principalmente se producen obras de propaganda para glorificar al régimen y a la dinastía, en el poder desde hace 70 años. El año 1956, el del XX Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS) y del proceso de desestalinización lanzado por Nikita Kruschev, supuso probablemente una bisagra para los "Ocho de Moscú". El proceso sirvió de inspiración en Pyongyang para un intento de derrocamiento de Kim Il Sung, que pasó a la historia como el "Incidente de la facción de agosto". Sin embargo, su fracaso precipitó una purga radical que permitió a Kim Il Sung consolidar definitivamente su poder.
En la actualidad, Pyongyang sigue invirtiendo en la industria del celuloide. Principalmente se producen obras de propaganda para glorificar al régimen y a la dinastía, en el poder desde hace 70 años.
De Múrmansk a Almaty Un año más tarde, uno de los "Ocho", Ho Ung Pae, condenó públicamente las actuaciones del líder norcoreano y anunció que solicitaba el asilo. Fue capturado por diplomáticos norcoreanos y llevado a la embajada, pero logró escapar por una ventana del baño. Los otros siete pidieron el asilo en 1958, renunciando así a la vida privilegiada que les esperaba en el Norte. Moscú se lo concedió, pero a condición de que vivieran separados y así evitar cualquier complot. Fueron enviados a ciudades tan alejadas como Irkutsk o Stalingrado, actual Volgogrado. El último de los ocho que sigue vivo, Kim Chong Hun, vivió en Múrmansk, más allá del círculo polar, y aún hoy recuerda la larga noche invernal. Años después, él y otros tres pudieron instalarse en Almaty, en Kazajistán, donde fueron deportados 172.000 coreanos del Extremo Oriente por Stalin en 1937. "Estaba feliz de ver a tantos coreanos, de verlos vendiendo 'kimchi', tofu y pasta de soja fermentada", cuenta Kim en el filme. Uno de los ocho que acabaron en Almaty, Han Tae Yong, abrió allí un teatro en lengua coreana y escribió varias obras criticando tanto al Norte como al Sur. Han era hijo de un escritor muy próximo a Kim Il Sung. Aunque su familia le insistió para que regresara a su país, él nunca cedió y murió en Kazajistán en 1993. "Toda su vida, Han Tae Yong estuvo dividido entre su familia y sus convicciones políticas", recuerda Kim Chong Hun en el documental. "De todos nosotros, él fue el que sintió un dolor más grande". "Si yo hubiera vuelto en aquel momento, podría estar trabajando en Pyonyang", agrega el último superviviente. "Pero no podía traicionar a mis amigos".