Entre la ciudad de Lìjiāng, en la provincia de Yunnan, y la prefectura autónoma de Liángshān habitada mayoritariamente por la nacionalidad yí en la provincia de Sichuan, se encuentra un precioso lago llamado Lúgū que es conocido popularmente como la “perla brillante de la altiplanicie”. Aquí el agua es tan clara que se puede ver hasta el fondo y sus alrededores están densamente poblados por árboles alpinos. Los mósuō, que todavía mantienen una sociedad matriarcal, residen alrededor de este lago cristalino. Este grupo social chino respeta mucho a las madres. Los miembros familiares están compuestos por descendientes de una o varias abuelas maternas que eligen a la mujer más sobresaliente como matriarca. Por esta razón, este pueblo considera una bendición dar a luz una niña, las cuales son criadas únicamente por la madre. Aunque los hijos carecen de un padre que los cría en el seno familiar, todos saben quién es su progenitor. Los niños tienen una relación más íntima con los tíos, en caso que existan, que con su propio padre. En muchos países existen leyendas que hablan del “reino de las mujeres”. Pero en la actualidad los únicos que mantienen vivas sus costumbres y la hacen realidad, día a día, son los mosuo que habitan a orillas del lago Lugu. En realidad, no se los puede calificar como minoría étnica china porque no están reconocidos como una de las 56 etnias del país. A los mosuo que residían en la provincia de Yunnan se los consideraba como nàxī y a los que habitaban en la provincia de Sichuan, como mongoles. Todavía mantienen la costumbre de vivir en una comunidad matriarcal donde la mujer es la cabeza de familia y los descendientes son criados por ellas sin la ayuda de los progenitores masculinos. Además, poseen un sistema matrimonial en el que las parejas no se casan, si no que se unen –básicamente para procrear– y se separan libremente para hacer su vida (a esta costumbre se le llama “visita matrimonial” o “matrimonio de a pie”).
Los hijos pertenecen únicamente a las mujeres y se le pone el apellido de sus madres.
Este concepto de “matrimonio de a pie” se refiere a cuando el hombre trepa sigilosamente hasta la casa de la chica, que vive sola, la visita y pasa con ella la noche. Eso sí, debe abandonar la casa antes del amanecer y por la puerta principal. Durante el período de citas, especialmente en la etapa inicial de la relación, si el hombre es descubierto por la familia de la chica, se considerará como una falta de respeto grave. El hijo nacido de ambos pertenece únicamente a la mujer y se le pone el apellido de su madre, así el hombre no asume la responsabilidad de criar a los hijos. De esta forma, ninguno de los dos se convierte en miembro de la otra familia y viven en el seno de su propia familia matriarcal toda la vida. Al nacer el primer hijo, el padre suele invitar a todo el pueblo a comer. De este modo, la relación con su mujer se hace pública y se fija gradualmente. Al hombre y a la mujer que mantienen una relación de “visita matrimonial” se les llama āxiào. Este tipo de relación no corresponde al capricho de un momento, pues exige que exista el amor entre ambos, lo que significa que durante su vida solo pueden gozar de la condición de āxiào una sola vez. Únicamente cuando ambos no se llevan bien, se puede romper la relación y se puede buscar otra pareja. Si el “marido” mantiene una relación en privado con otra mujer, conocida como āxiào temporal, se considera un comportamiento inmoral, aunque no es lo más común. Si la mujer descubre que su pareja tiene un āxiào temporal, le regala, a modo de advertencia o de ruptura, una bolsa de lino rellena de carbón, chile picante y plumas de gallo. Solamente cuando el arrepentido le pide perdón a su pareja, pueden reconciliarse. A los mosuo se les permite tener una relación de “visita matrimonial” cuando ya han cumplido los trece años, pues se les considera ya adultos, aunque la gran mayoría no lo hace hasta haber cumplido los dieciséis. Eso sí, está prohibido un āxiào entre familiares cercanos. Para que un āxiào llegue a formarse lo primordial son los sentimientos de la pareja y, en especial, los de ella. El dinero y la posición social no influyen a la hora de conquistar el corazón de una joven. Ellas, movidas por el amor, suelen elegir a los chicos guapos, altos e inteligentes, y su familia no influye en la decisión final. Al no haber un matrimonio legal oficial y al no unirse ambas familias, nunca hay disputas sobre las propiedades ni de herencias.
El concepto de “matrimonio de a pie” se refiere a cuando el hombre trepa hasta la casa de la chica, que vive sola, la visita y pasa con ella la noche.
Los chicos que deseen concertar un “matrimonio de a pie” deben superar tres barreras: primero, tienen que subir un muro; segundo, hacer callar al perro; y tercero, trepar al edificio donde vive su chica sola. Después ya puede abrir la puerta y pasar la noche con ella. Es costumbre que la primera vez que visita a la joven los parientes no se enteren, así que los mozos tienen que preparar comida para los perros y evitar así que ladren. Las trancas con las que se cierran las puertas de los edificios son largas y gruesas, así que los pretendientes tienen que usar un sable para abrirlas. Después de encontrar a su enamorada, el chico cuelga su sombrero encima de la puerta para que nadie les moleste. Así pues los “tres tesoros” del “matrimonio a pie” serían: el tocino (comida preparada) para los perros, el sable para abrir la puerta y el sombrero que indica “no molestar”. Podría ser que en una misma familia hubiera más de una chica esperando a que su amado supere las tres pruebas. En la actualidad, la mayoría de los jóvenes mosuo todavía eligen y practican estos tipos de “matrimonio”, mientras que solo unos pocos eligen la forma moderna. En 1992, el lago Lugu levantó suavemente su misterioso velo y se abrió públicamente a los visitantes chinos y extranjeros. Este mundo matriarcal, atrae a personas de todo el planeta gracias a su hermoso paisaje y a su única cultura, digna de estudio.