Casi como una cita ineludible para los cinéfilos argentinos, la primera proyección de la última película de Hong Sangsoo, “The Novelist's Film”, el jueves llenó la sala principal del Multiplex Monumental Lavalle con devotos convencidos dispuestos a rubricar su fe en el realizador surcoreano. La obra de Hong (en Corea el apellido se escribe antes que el nombre de pila) llega regularmente al Bafici y también al Festival de Mar del Plata desde hace un par de décadas, convocando a multitudes dispuestas a ver la novedad del maestro de cada año, o mejor, un nuevo capítulo de la filmografía del director, que sus detractores califican como reiterativa pero que sus fanáticos saben que sí, se trata de que en cada nueva entrega se reiteren las obsesiones del cineasta con pequeñas variaciones, una manera de ver el mundo que se traslada al cine y construye un corpus formidable sobre la psiquis de sus personajes. Las charlas, el café, el alcohol, los paseos y los encuentros más o menos fortuitos son la marca de Hong, elementos mínimos de la puesta que dan el marco para exponer el alma de sus criaturas, casi siempre mujeres porque claro, en sus películas los hombres son inmaduros y elementales, casi prescindibles.
La película apela a la profundidad, las revelaciones calmas y al cine austero.
Y en este caso es Junhee (Lee Hyeyoung), una escritora que con su bloqueo creativo a cuestas, viaja para visitar a una pequeña librería-café de los suburbios que atiende una vieja amiga (Seo Younghwa), que se sorprende con su llegada. La insatisfacción de la escritora contrasta con la plenitud de la librera, que abandonó hace tiempo la ambición de escribir y aparentemente es más feliz, llevando adelante su tienda y recuperando el placer por la lectura sin las presiones de los círculos literarios. Por supuesto, no es el único encuentro de Junhee, que luego se topa con Hyojin (Kwon Haehyo), un director de cine -otro de los tópicos de Hong, el cine dentro del cine-, al que casi al instante acusa de timorato por no haberla defendido frente a los productores en un proyecto en el que trabajaron juntos en el pasado.
Las charlas, el café, el alcohol, los paseos y los encuentros más o menos fortuitos son la marca de Hong.
Si las dos primeras interacciones de la protagonista guardan una historia de amistad perdida, insatisfacción e incluso de rencor largamente contenido, la tercera marca un camino posible hacia el futuro cuando conoce en un parque a la estrella de cine Kilsoo (Kim Minhee), un encuentro en donde ambas se sienten cómodas casi de inmediato, chequeando gustos en común e incluso una manera similar de enfrentar las exigencias de su entorno. Las dos pasan por un momento que podría calificarse como una pausa, la escritora sin energía para encarar nuevos desafíos, mientras que la actriz lucha por su derecho a no hacer nada, lejos del productivismo frenético que le reclama la industria del espectáculo. Pronto, Junhee le propone a Kilsoo hacer un cortometraje, con una historia mínima protagonizada por la actriz y su esposo (apenas nombrado, nunca aparece), que escribirá sin artilugios, simple, en donde afloren las emociones de los personajes. Tiempo después, con imágenes del bello y emocionante supuesto corto en pantalla, Hong Sangsoo completa el bucle de su cine. Con apenas unas pocas imágenes establece un claro metamensaje, porque la pequeña obra de las dos mujeres bien puede verse como el resumen del resto de la película y de su propia carrera, que apela a la profundidad, las revelaciones calmas y al cine austero, sin artificios,que apuesta a lo real de las emociones.