India, una nación que alberga en su tierra un crisol de las culturas más antiguas y fructíferas que ha producido la historia humana, en 2022 celebra 75 años de independencia. Lleva adelante para ello un programa denominado 75 Amrit Mahotsav desde el 15/8/21 hasta el 15/8/23 para rescatar la presencia de quienes han sido fundamentales para llevar a la India tan lejos en su viaje evolutivo. Viaje que en realidad vuelve a colocar a India en el lugar destacado que, junto con China, tuvo siempre a lo largo de la historia, y sólo perdió a raíz de la dominación colonial que sufrió durante más de doscientos años. Entre los héroes de la Independencia India uno de los menos conocidos en Occidente es el principal discípulo que Gandhi tuvo en vida, y que luego de la muerte del Mahatma continuó su labor de enseñanza y puesta en marcha de la no-violencia durante 35 años más. Vinoba Bhave, un brillante estudiante de Ingeniería nacido en Maharastra en 1895 y que a los 22 años debía partir hacia Mumbai para terminar de validar su título. En cambio, cambia su rumbo hacia Benarés con el alma encendida de amor por la senda del alma, fuego que abrasa también su título ante la atónita mirada de su Madre. Compartía la pasión por la liberación del espíritu, y también la de su pueblo, inexplicablemente dominado tanto por los ingleses como por su propia desidia. Se debatía entre seguir camino hacia el Este, rumbo a los Himalayas, o hacia el oeste rumbo a Bengala, cuna de los grandes héroes del renacimiento cultural y libertario de la India del siglo XX. Pero algo interrumpe su camino: sus compañeros le hablan de Gandhi, quien había liderado la singular lucha de los indios en Sudáfrica y regresado recientemente para despertar al alma india. Le escribe haciéndole algunas preguntas, y el mahatma le invita a visitarlo en su ashram, en Gujarat. El 7 de junio de 1916 encontró a un hombre que había integrado la búsqueda espiritual y el servicio nacional en su enfoque y programas: una amalgama de la paz del Himalaya y el fervor revolucionario de Bengala que Bhave buscaba. Se postró a los pies de Gandhi y no lo abandonó por el resto de su larga vida. Fue por él bautizado Vinoba a tono con el nombre de los santos de Maharastra. “No es de los que ha venido para ser bendecido, sino para bendecir este lugar” afirmaría el mahatma.
En la década del 50 Victoria Ocampo, otra de las grandes mujeres argentinas que contribuyeron al conocimiento de la India profunda, había traducido y editado la Vida de Vinoba.
Silenciosamente, a pesar de su elevada formación intelectual, se acopla a las tareas más sencillas, y a las más despreciadas: cocina para sus nuevos compañeros en la comunidad del ashram, y asiste a Gandhi en las tareas más rechazadas por su linaje de casta limpiando letrinas. Linaje que abandona nuevamente a manos del fuego cuando una tarde, en soledad, quema el cordón brahmánico que llevaba sobre su cuerpo y hace del algodón hilado gandhiano su nuevo cordón sagrado. Poco tiempo pasa desapercibido ante los ojos del Mahatma, quien prontamente le confía la fundación de un nuevo ashram; de Vinoba también aprende sánscrito y el Bhagavad Gita. A la hora de comenzar la acción individual de la no-violencia, dadas las restricciones instauradas de movilización popular instauradas por el gobierno inglés en 1940, Gandhi lo nombra el primer satyagrahi individual -militante de la no-violencia- y así a los 45 años, su vida sale del anonimato. Llevaba ya suficiente experiencia y trabajo espiritual para encarnar el liderazgo que el Mahatma le confiere. Y muchos años de cárcel: casi 5 en distintos períodos, que lejos de detenerle, le dan la oportunidad de estudiar y escribir. A los 10 idiomas que ya dominaba, le agrega el estudio del árabe para poder estudiar el Corán directamente, y fruto de ello escribe “La Esencia del Corán” buscando tender puentes de comprensión con sus hermanos musulmanes. En la carcel de Dhulia, durante 1932, se gestan sus “Comentarios al Bhagavad Gita”, 18 charlas pronunciadas los domingos por la mañana, en que hasta los carceleros se detenían para alimentarse de la savia espiritual que el Acharya (sabio) Vinoba compartía, acercando la sublime enseñanza de este texto espiritual a la comprensión de cualquier ser humano interesado en enriquecer su vida. Transcriptas y corregidas más tarde, es este texto el que llega ahora a conocimiento de los lectores de habla hispana, gracias a la traducción que realizara Ada Albrecht, creadora de la Fundación Hastinapura, entidad dedicada a la enseñanza espiritual y el encuentro intercultural.
Se postró a los pies de Gandhi y no lo abandonó por el resto de su larga vida.
Para el mundo hispanoparlante Vinoba no era un desconocido. En la década del 50 Victoria Ocampo, otra de las grandes mujeres argentinas que contribuyeron al conocimiento de la India profunda, había traducido y editado la Vida de Vinoba, escrita por el otro gran discípulo de Gandhi, en este caso occidental, Lanza del Vasto, quien luego de convivir con el mahatma, había fundado El Arca, una red de comunidades gandhianas en Europa y América. Descubierto por Ocampo, visita varias veces Argentina, y fruto de esos encuentros, nacen la traducción y edición de sus obras en español. Muerto el Mahatma en 1948, Vinoba continúa con la vida espiritual de los ashrams gandhianos, y la práctica de la no-violencia para la solución de los múltiples conflictos que sufren los más postergados y desamparados habitantes de su país. En 1951 lanza el Bhu-dana, una campaña de reivindicación del campesinado a través de la promoción de la donación de tierras en manos de los grandes latifundistas hacia los labradores, para que estos pudieran sostener sus familias y dignificar su trabajo. Para ello se lanza a recorrer caminando las aldeas de India, defendiendo los derechos humanos de los más postergados, y promoviendo la integración de las clases, castas y religiones, tanto como la protección de los animales a través de sus campañas en pos del vegetarianismo. El bhudana llega a conseguir donaciones por más de un millón y medio de hectáreas. Su profunda vivencia espiritual; la lucidez de su comprensión de las escrituras unidas a una capacidad de transmitir con simpleza las verdades más profundas; su compromiso y amor por el ser humano y todas las criaturas, le valieron el título de “santo viviente” en la India del siglo XX. El 15 de noviembre de 1982, hace hoy 40 años, parte de este mundo luego de haberse retirado de la vida activa en la última década de su vida, dejando un legado de amor y no-violencia que será evocado en Buenos Aires el próximo viernes 18 de noviembre, en la Escuela de Estudios Orientales de la Universidad del Salvador, en que la Editorial Hastinapura presentará la mencionada traducción al español de sus “Comentarios sobre el Bhagavad Gita”.