Al amanecer, en una pequeña ciudad del este de Indonesia, un joven acompaña a Puang Matowa Nani, un sacerdote no binario de la comunidad bissu, en el ritual de Mappalili. Esta ceremonia anual marca el comienzo de la temporada de siembra en la isla de Célebes, donde la comunidad de los bissu, que no se considera ni femenina ni masculina, otrora considerada sagrada, lucha por su supervivencia. Hay menos de cuarenta miembros del grupo de los bissu, repartidos en el sur de la isla, según los antropólogos, cuyo papel cultural y espiritual se le compara al de los chamanes, que intentan perpetuar sus tradiciones. Puang Matowa Nani, de 60 años, relata la hostilidad por parte de su familia cuando, nacido hombre, vivió una crisis de identidad en su infancia y quiso unirse a la comunidad bissu, de apariencia femenina, aunque asegura estar en paz ahora. "Mi familia estaba en contra, sobre todo mi hermano mayor. Me pegaba sin cesar para que fuera un 'verdadero hombre'; lo intenté, pero no pude", cuenta.
Corren el riesgo de extinguirse y los pocos bissu que sobreviven se hallan dentro de la etnia bugis,
En los años 50, durante una rebelión llevada a cabo por un grupo de fundamentalistas islámico que intentó fundar un califato en el país, numerosos integrantes de la comunidad bissu fueron acusados de violar los principios del islam y fueron perseguidos. Acosados, asesinados y obligados a comportarse como hombres, "tenían miedo y decidieron esconderse". "Los bissu no querían aparecer, desaparecieron y ya no querían hacer actividades culturales", explica Halilintar Lathief, antropólogo de la universidad indonesia de Makassar. Su comunidad corre el riesgo de extinguirse y los pocos bissu que sobreviven se hallan dentro de la etnia bugis, mayoritaria en el sur de Célebes. Los bugis reconocen cinco géneros: makkunrai (mujer), oroana (hombre), calabai (hombre que adopta un papel tradicional de mujer), calalai (mujer que desempeña un papel de hombre) y los bissu que no son ni del género femenino ni del género masculino, pero representan, en cambio, a todos. Mientras que las personas mayores de los bissu mueren y continúan sin apoyo material para perpetuar su cultura, pocos de la nueva generación quieren reemplazarlos. Sin embargo, algunos miembros de la comunidad se esfuerzan por mantener vivas sus tradiciones.
Asegura haber recibido una llamada divina y deben seguir una formación compleja, repleta de rituales.
Alma flotante Al borde del estanque, a lo largo de un arrozal de un verde brillante, Puang Matowa Nani dirige la ceremonia y canta una oración mientras que otros bissu vestidos con batas de seda de colores llamativos y faldas bordadas cierran el cortejo. Los bissu realizan una danza ritual al son de un tambor antes de apuñalarse con un cuchillo largo, un "Kris", y simular un trance. Esta comunidad asegura haber recibido una llamada divina. Deben seguir una formación compleja, con numerosos rituales y un lenguaje secreto, que solo los bissu pueden comprender. Muchos de ellos evocan mensajes recibidos de Dios durante sus sueños. Julaeha, que sólo tiene el nombre, indica a la AFP que estuvo enfermo durante dos meses, en estado de delirio, y que vio en un sueño a un hombre a caballo pidiéndole que se uniera a la comunidad bissu. "Sentí mi alma flotando", asevera. Antes, la comunidad bissu llegó a ser venerada y gozaba de una vida privilegiada. Recibían tierras de los reinos bugis que existieron antes de la formación de la actual Indonesia. "Los bissu tenían un papel muy importante en la época de los reinos. Estaban considerados como intermediarios entre Dios y el pueblo", explica Halilintar Lathief. Pero, en la actualidad, apenas subsisten. Algunos miembros se ganan la vida con empleos ordinarios como maquillar a los novios de una boda. "Los que están interesados en convertirse en bissu son pocos, puesto que no reciben un salario del gobierno", lamenta Puang Matowa Nani. Pese a las persecuciones del pasado, sus representantes aún tienen un lugar en la sociedad de los bugis, muy musulmana. Fuente: AFP