Jinbocho, Tokio. El barrio de las librerías y de las editoriales, paraíso de los lectores. Un rincón tranquilo y ajeno al tiempo, a pocos pasos del metro y de grandes edificios modernos. Filas y filas de escaparates llenos de libros, nuevos o de segunda mano. Tatako, con veinticinco años y una vida bastante descolorida, no suele frecuentar ese barrio. Sin embargo, es allí donde se encuentra con la librería Morisaki, que ha pertenecido a su familia durante tres generaciones.
La crítica ha calificado el libro como una pequeña joya de la literatura japonesa contemporánea.
Una tienda de apenas ocho tatamis en un antiguo edificio de madera, con una habitación en la planta superior que se utiliza como almacén. Es el reino de Satoru, el excéntrico tío de Tatako, que, entusiasta y un poco trastornado, dedica su vida a los libros. Pero Tatako es el polo opuesto de su tío; no ha salido de casa desde que el hombre del que estaba enamorada le dijo que quería casarse con otra. Es Satoru quien le lanza un salvavidas y le ofrece mudarse al primer piso de la librería. Ella, que no es una gran lectora, se encuentra viviendo en medio de torres de libros que se desmoronan y de clientes que no dejan de hacerle preguntas y de citar a escritores desconocidos.
La obra permite adentrarse, desde la ficción, a las maravillas de los grandes escritores de Japón.
Entre discusiones cada vez más apasionantes sobre la literatura japonesa moderna, un encuentro en un café con un tímido desconocido y unas revelaciones sobre la historia de amor de Satoru, Tatako irá descubriendo poco a poco una forma de comunicarse y de relacionarse que parte de los libros para llegar al corazón. Mis días en la librería Morisaki es la primera novella de Satoshi Yagisawa (Chiba, Japón, 1977). Tras ganar el premio literario Chiyoda, se convirtió en un fenómeno editorial a partir del cual se ha hecho una película. Ha sido un éxito en Japón, Corea, Vietnam y Taiwán, y se está traduciendo a 20 idiomas.