Un detective sin nombre es contratado para buscar a alguien que ha desaparecido. Obsesivo, metódico, desconfiado, lleva sus averiguaciones hasta extremos inusitados, analizando cada supuesta prueba hasta reducirla al absurdo. Pronto la investigación se transforma en un laberinto infinito de hipótesis, especulaciones y mentiras. Inevitablemente, está condenado a extraviarse y la esposa del desaparecido, una mujer de inquietante belleza y compleja personalidad, será su único asidero en ese camino.
Definido por algunos críticos como “el Kafka japonés”, la obra literaria de Kobo Abe abarca, además de la narrativa, la poesía, el ensayo y el teatro.
Un relato extraordinario en el que el trasfondo policial le permite a Abe examinar las imprecisas aristas de lo verdadero y lo falso, lo aparente y lo real, lo vivido y lo soñado. Una incursión en los vericuetos de la psiquis humana, que toca sin compasión algunos de los temas predilectos del autor: la identidad, la alienación, la búsqueda del yo, el pánico, la locura, la desolación, la perversión, la sexualidad, con esa sensibilidad refinada y ese nihilismo desconsolador que hacen recordar a Samuel Beckett, una de sus mayores influencias junto con Kafka.
Apasionado por la puesta en escena y el lenguaje audiovisual, la amistad de Abe con el músico Toru Takemitsu y el cineasta Hiroshi Teshigara, le anima a incursionar en disciplinas artísticas como la radionovela y el cine.
Kobo Abe (Tokio, 1924-1993) vivió de niño y adolescente en Manchuria, entonces dominada por el ejército japonés, lo que dejó honda huella en su literatura y en su visión del mundo. De regreso a Japón se graduó en la Facultad de Medicina de la Universidad de Tokio en 1948. Ese mismo año publica su primera novela, La señal del camino que se acabó. En 1951 obtiene el prestigioso Premio Akutagawa por La pared: el crimen del señor S. Karma. Con La cuarta edad interglaciar (1959), inicia el camino de la “ficción científica”, que tan fructíferos resultados dará en sus novelas futuras. Tras una breve militancia en el partido comunista, el unánime reconocimiento de sus novelas La mujer de arena (premio Yomiuri 1962) y El rostro ajeno (1964), lo convierte en uno de los escritores imprescindibles de la literatura japonesa contemporánea, como afirmaron muy pronto Kenzaburo Oe y Yukio Mishima, entusiastas admiradores del desconcertante universo abeano. Otras novelas destacadas de su vasta obra narrativa son: El mapa quemado (1967), Amigos (Premio Tanizaki 1967), Idéntico al ser humano (1967), Hombre caja (1973), Encuentros secretos (1977) y El Arca Cerezo (1984).