Raro es el día en que no se celebra un festival religioso en algún punto de la India, algo no demasiado sorprendente si se tiene en cuenta que el hinduismo tiene más de 330 millones de dioses y el país más de 1,200 millones de habitantes, tan diversos como sus tradiciones. De acuerdo con el último censo realizado en 2011, cerca del 80% de la población india profesa el hinduismo y, dada la dimensión de las cifras en que se maneja el superpoblado subcontinente, es obvio que todo lo que se celebre en masa tiene efectos masivos, incluido para el medioambiente. Desde el famoso festival Holi, que ha cautivado a Occidente con sus guerras de polvos de colores y ya se celebra simbólicamente en ciudades de todo el mundo, hasta la deslumbrante navidad hindú. Se disfrazan de inocencia religiosa y golpean ríos, tierra y aire hasta dejarlos nocaut. Sin embargo, no siempre ha sido así, sino que buena parte de la culpa la tienen los químicos que hoy añadimos a todo y los nuevos productos de la vida moderna. TIERRA Holi es uno de los primeros festivales de la India en llegar cada año con sus batallas de agua y polvos de colores, con los que los hindúes dan la bienvenida a la primavera rindiendo culto al dios Vishnú y su avatar Krishna. Anualmente se producen más de 500,000 kilos de “gulal”, los famosos polvos de vibrantes tonalidades, para su uso durante esta festividad, según estimaciones de la Asociación de Cámaras de Comercio e Industria. En un sondeo publicado por la confederación el pasado marzo, la mayoría de los fabricantes y comerciantes encuestados se quejaban de una estrepitosa caída en las ventas por la popularidad de los productos para Holi de fabricación china, hasta un 55% más baratos. Los manufactureros indios coincidieron en señalar que solo utilizan colores naturales y orgánicos para sus polvos, al tiempo que muchos acusaban a la competencia de incluir en los suyos fuertes químicos como ácidos, álcali o diésel. Más allá de la guerra de acusaciones, la realidad es que los tintes químicos hace tiempo que ganaron terreno a los colores naturales en todos los frentes. “Durante los tiempos antiguos” se utilizaban colores de origen vegetal y animal “casi biodegradables”, recordaba en 2012 un estudio de investigadores de la Universidad del Rajastán y la Facultad Internacional para Mujeres en Mansarovar (norte). “Sin embargo, estos tintes son muy caros y requieren mucho trabajo en su manufacturación y uso. Por tanto, comenzó la utilización de recursos preferibles más baratos y que se consiguen más fácilmente, como químicos”, apuntaban los expertos.
Holi es uno de los primeros festivales de la India. Anualmente se producen más de 500,000 kilos de “gulal”, los famosos polvos de vibrantes tonalidades, para su uso durante esta festividad.
Ese mismo año, otro estudio sobre el impacto medioambiental de Holi analizó diferentes parámetros en muestras de tierra y agua para concluir que, “los polvos de colores tóxicos tienen efectos nocivos, no solo para la fertilidad del suelo y los microorganismos que allí habitan, sino para la integridad del ecosistema al completo”. Investigadores de la Universidad del Rajastán y la Universidad Nacional de Jaipur (norte) advertían de que este tipo de polvos no se degrada naturalmente. En el agua, ni siquiera después de ser sometidos a los tratamientos convencionales para aguas residuales. AGUA Durante los diez días que dura el festival Ganesha Chaturthi, celebrado principalmente en el sur y oeste del país, centenares de miles de imágenes de la deidad se exhiben en vivienda y estructuras temporales para luego sumergirlas en las aguas. Solo en la localidad occidental de Nashik, las autoridades municipales rescataron este año de las aguas cerca de 240,000 figuras, muchas de ellas de varios metros de altura, y 169 toneladas de ofrendas al dios. Esto en un solo día. El director adjunto de la ONG ecologista Toxic Links, Satish Sinha, recuerda cómo cuando era niño, hace apenas tres o cuatro décadas, las imágenes se hacían con arcilla y colorantes vegetales. Hoy en día, “la mayoría se fabrican a partir de yeso parís utilizando moldes, una forma mucho más rápida y fácil de recrear imágenes del dios elefante Ganesha en masa, frente a la producción artesanal con arcilla”. Los problemas medioambientales asociados al antiquísimo festival estallaron de la mano del yeso parís, un material que “no se desintegra”, y de la industrialización. Además de los nuevos materiales, también los colores, una vez más, tiñen de luto a la madre naturaleza durante este festival. Especialmente por su alto contenido en plomo, un componente de conocido “impacto adverso en los humanos”, a Sinha le preocupa el uso de pinturas sintéticas para la decoración de Ganesha. “Cuando pones cantidades tan grandes de imágenes en un lugar tan pequeño, la pintura utilizada sin duda se trasladará al agua. Y el plomo es un metal pesado, no se destruye, sino que tiene una vida muy larga”, advirtió. Por tanto, la inmersión masiva de imágenes eleva los niveles de acidez y metales pesados del agua, tal y como corroboraron investigadores de la Universidad Patkar-Varde (oeste) tras analizar diversos parámetros en dos lagos antes y después de la festividad.
Durante el festival Ganesha Chaturthi miles de imágenes se sumergen en las aguas. Antes se hacían con arcilla y colorantes vegetales. Pero hoy se utiliza yeso parís.
AIRE La conocida como navidad hindú, Diwali, cierra el calendario anual de grandes festividades en la India con la explosión masiva de petardos y fuegos artificiales. El festival de las luces marca el inicio del nuevo año al conmemorar la vuelta del dios Ram a su reino tras pasar catorce años en el exilio y, por supuesto, se remonta a tiempos anteriores a los artículos pirotécnicos modernos. La brutal contaminación acústica de Diwali resuena casi como la melodía diaria amplificada por altavoces y, al fin y al cabo, su azote para en cuanto el dios Ram se retira a descansar. Lo que perdura es la contaminación del aire que cada año se dispara a niveles insospechados en los días siguientes a este festival. En noviembre, la situación fue tal en Nueva Delhi que el gobierno local se vio obligado a decretar medidas de emergencia, incluido el cierre de colegios, y a pedir a la población que no saliese de sus casas, salvo por causas de fuerza mayor. Una densa niebla se apoderó de la ciudad durante días, reduciendo la visibilidad a apenas un par de cientos de metros en muchos puntos, un preludio de apocalipsis que el Ejecutivo insistió en atribuir en buena parte a la quema de cultivos en los estados adyacentes. En Punjabi Bagh, en el oeste de la urbe, la concentración de partículas PM10 (menores de 10 micrones) se situaba una semana después de Diwali en 1,394 y la de PM2.5 (inferiores a 2.5 micrones) en 792. Estas cifras suponían un exceso del 1,160% y 1,210%, respectivamente, según datos del Consejo Central para el Control de la Polución. Afortunadamente, el Tribunal Supremo de la India prohibió un par de semanas más tarde la venta de petardos en Delhi y sus alrededores para frenar los altos niveles de contaminación del aire en la capital.