Salman Rushdie (Mumbai, 1947) vio un día cómo un señor de flequillo naranja entraba con malos modales en su nueva novela. “La decadencia de Nerón Golden” (Seix Barral) se centraba en la vida de una opulenta familia de India que llega a Nueva York escapando de un destino fatal. En tono de tragedia griega, la historia para la que había investigado pausadamente el escritor escondía lúcidas metáforas sobre la inversión de valores y la naturaleza del mal. Pero la realidad corrió más, acompañaba demasiado bien al retrato alegórico de la decadencia moral, y el autor de “Hijos de la medianoche” se vio obligado a reaccionar con pulso de agencia de noticias, haciendo hueco a un magnate inmobiliario llamado Joker que llega a la Casa Blanca con su tupé verde dólar. Rushdie se enoja cuando ve que las preguntas sobre Donald Trump acaban dominando la promoción de su aclamada obra. Pero se rinde cuando, incluso en las preguntas que no versan sobre él, sus respuestas pasan inevitablemente por el mismo sitio. – ¿Realismo con un toque de cómic? – La realidad de la gente de la calle, la de los personajes del libro, es complicada y tridimensional. Pero en cuanto llegamos a las esferas de poder, todo se ha convertido en una caricatura. Estamos gobernados por lo grotesco. En un momento, uno de los personajes dice que los cómics de [la editorial] DC están tomando Washington DC.
"He hablado con gente que votó a Trump y que nada tienen en común con ese cliché de la clase obrera ignorante blanca. No todos son unos racistas o ignorantes".
– ¿Un cómic viejo o nuevo? – Lo que es nuevo es esta decadencia de una idea compartida de la realidad. Una sociedad fuerte se apoya en un acuerdo entre los ciudadanos sobre cuál es la naturaleza de la sociedad, y en EE UU sabíamos lo que era ser estadounidenses. Cuando empiezas a dañar ese consenso se da una fragmentación peligrosa. Y no solo por Trump. De hecho, el Joker es un personaje secundario porque es más una consecuencia que un artífice del mundo de hoy. – En su novela, un personaje dice que la verdad es algo del siglo XX. ¿Qué rol le queda a la ficción? – Son tiempos de una cultura de la ignorancia agresiva [risas]. En Internet coexisten al mismo nivel de autoridad las verdades y las mentiras. Hay un trabajo ahí para los novelistas, porque lo que el arte puede hacer es recrear ese sentimiento de lo real. La reconstrucción de ese acuerdo sobre la naturaleza de lo real es ahora, paradójicamente, una tarea de la ficción. – Pero todo lo que implique poder pasa por el abuso. ¿No ocurre también eso en la industria del cine, que tanta importancia tiene en la novela, con casos como Harvey Weinstein? – Ahora la máscara está cayendo. Ves a este destacable surtido de hombres poderosos que han sido depredadores sexuales durante décadas en las que han conseguido controlar la historia. Pero ahora hay una grieta en la presa. En Hollywood todo el mundo corre ahora como pollos sin cabeza. – De su libro dicen que explica cómo hemos llegado hasta aquí. Como Hillary Clinton en su libro, se pregunta What Happened? ¿Lo ha leído? – No. Todos sabemos lo que pasó, no necesito leer un libro para eso. – Pero, por otro lado, cita decenas de volúmenes para entender el mundo de hoy. La edad de la inocencia, por ejemplo. – Sí, una de las claves del mundo de Edith Wharton es que las fuerzas conservadoras son inmensamente poderosas. El acto de rebelión contra ellas es muy, muy difícil y puede ser derrotado por alguien que sabe cómo jugar el sistema.
"Tienes que hacer las paces con el hecho de que nadie sale de aquí con vida. Pero realmente creo que tenemos que ser la cultura que somos".
– Pero otra de sus referencias, G. K. Chesterton, buscó un modelo alternativo al capitalismo y al comunismo. ¿Nos toca buscar también una identidad política nueva? – Lo que hay que hacer es dejar atrás batallas viejas. Tiene que haber un cambio generacional real. También un cambio generacional mental. En Canadá y Francia está llegando una nueva generación. Yo tengo 70 años; Trump, 72; Hillary Clinton, 70, y Bernie Sanders, 147 años [risas]. Ya vale. – Con Obama, el cambio parecía posible. – Tuvimos ocho años de Obama por la llamada coalición que él creaba y que Hillary Clinton no pudo retener. Ganas seguro si puedes juntar las minorías, las mujeres, la gente joven que vota por primera vez y la gente blanca con formación. Pero la izquierda se disolvió. Lo que pienso todos los días sobre estas elecciones es que 90 millones de personas no votaron en un país de 300 millones. – ¿Pero los millones de personas que votaron a Trump responden al arquetipo de ignorantes y racistas? – He hablado con gente que votó a Trump y que nada tienen en común con ese cliché de la clase obrera ignorante blanca. No todos son unos racistas o ignorantes. Pero en los Estados más industriales había un odio hacia la política por haberles ignorado. Entonces llegó este tipo que dijo que dinamitaría lo establecido y dijeron: “Sí, por favor”. Por eso su base sigue siéndole fiel, porque él está haciendo lo que prometió: destrozarlo todo. – Su poder adivinatorio en el libro, más allá de Trump, llega a asustar. Acierta hasta el atentado en Halloween en Nueva York que sucedió esta misma semana. ¿Cómo puede ser? – En la novela también sucede un tiroteo en el desfile de Halloween, sí, pero no es un islamista loco, es un tipo con una pistola. No podemos olvidar que las cosas más locas que suceden en este país las ejecutan hombres blancos con armas en la mano. – Supongo que le llamaron cuando sucedió el ataque, igual que tantas veces, por su conocimiento de las complejidades del islamismo. – No quiero ser el Señor Atentado Terrorista. No tengo nada especial que decir… El ISIS está al borde de la derrota militar y eso probablemente significa que cosas como estas (lobos solitarios) proliferarán. Pero no sé si durarán mucho tiempo, porque el ISIS ya no puede ofrecer apoyo. – Si tenemos que convivir con el horror y la muerte, ¿qué nos puede enseñar usted, que tras la publicación en 1989 de "Los versos satánicos" fue perseguido por Jomeini? – Tienes que hacer las paces con el hecho de que nadie sale de aquí con vida. Pero realmente creo que tenemos que ser la cultura que somos. Tenemos que mantener la confianza en nuestro modelo y luchar contra esto. Es la batalla de nuestro tiempo.