En 1985, un joven Orhan Pamuk aterrizaba en Nueva York para hacer una residencia en la Universidad de Columbia. Tres décadas más tarde, con diez novelas y un Premio Nobel de literatura a sus espaldas, el escritor turco vuelve a la universidad americana para presentar su nueva novela «The Red Haired Woman» («La mujer del pelo rojo», Literatura Random House). Nacido en 1952 en una familia acomodada, Orhan Pamuk creció entre los vestigios de una ciudad en deterioro que señalaba la decadencia del imperio otomano. Fue dibujando las calles y las mansiones de Estambul cuando el joven Pamuk decidió ser pintor. Estudió arquitectura, pero dejó la carrera unos años más tarde, decidiendo cambiar el pincel por la escritura. «Es la pregunta que me hacen siempre -me comenta- que por qué dejé de pintar». En su apartamento en el Upper West Side, el escritor derrocha inteligencia, pasión y compromiso con la situación política de su país. Encima de la mesa, varios libros de Historia de la medicina sobre pandemias y cólera anuncian el tema de su nuevo libro. El escritor, alérgico al misticismo que se genera alrededor de los escritores, habla con espontaneidad de su obra, el proceso de escritura y su país. -En «Estambul: ciudad y recuerdos» cuenta como de niño pensaba que en algún lugar de la ciudad vivía otro Orhan que podía pasar por su gemelo, incluso su doble. ¿Cree que esa doble identidad tiene que ver con el proceso de escritura? -Sí, escribir tiene que ver con escribir sobre uno mismo de tal manera que la gente te lea y piense que se trata de otras personas. La ficción está siempre basada en experiencias autobiográficas, pero al final no deja de ser ficción, no se trata de un proyecto autobiográfico. Los novelistas inventamos nuestras historias alrededor de nuestras autobiografías, siempre intentando vernos desde fuera y siempre inventando personajes parecidos a nosotros. En mis novelas siempre se da la experiencia del doble, personas que son como yo o personajes que son un reflejo del otro. Puede que me guste el tema porque crecí con un hermano dieciséis meses mayor que yo.
"Pienso que todo libro tiene un lector ideal. Es más, entender un libro consiste en poder entender a ese lector".
-Su nueva novela, «La mujer del pelo rojo», cuenta la historia de Cem, un niño cuya vida da un giro cuando su padre lo abandona. En «Estambul: ciudad y recuerdos» hay un capítulo titulado «Mi madre, mi padre y otras desapariciones». Me interesa esa conexión familiar. -Sí, esa conexión está ahí. «La mujer del pelo rojo» es una novela sobre relaciones familiares y, a la vez, un libro sobre la construcción de pozos y la búsqueda de agua en tierra yerma en los años 80 en Estambul. «Estambul: ciudad y recuerdos» también tiene dos caras. Se trata de mi autobiografía hasta la edad de 22 años y a la vez es un ensayo sobre el espíritu del lugar basado en sus espacios urbanos. Lo que conecta estas dos historias es la importancia de las relaciones afectivas y de los espacios en los que estas se desarrollan. -¿Al final, un escritor siempre está escribiendo el mismo libro? -La idea de que el escritor siempre está escribiendo la misma obra, ya que sus novelas son un reflejo de sus obsesiones, es una idea interesante pero yo no lo veo así. Para mí un nuevo libro es una manera de reinventarme. Siempre he pensado que con cada nuevo proyecto me reinvento hasta convertirme en la persona perfecta para escribir esa novela. Pienso que todo libro tiene un lector ideal. Es más, entender un libro consiste en poder entender a ese lector. Pero el libro también exige un escritor ideal. Las personas tenemos la capacidad para reinventarnos a nosotros mismos, de tal manera que cada libro que escribo es siempre un nuevo libro. Y ese es el reto del escritor. -Su novela «Nieve» fue la primera en confrontar el extremismo político. Como escritor, ¿siente una responsabilidad política? -En mi país, 50.000 personas están en la cárcel. 200 periodistas están en la cárcel. ¡Cómo no voy a sentir responsabilidad! ¡Cómo puedes estar bien con esa situación, cuando algunos de los afectados son tus amigos! Te sientes muy culpable. Pero a la vez, uno tiene que seguir haciendo cosas. Si bien creo que la literatura tiene una responsabilidad política, no escribo mis libros por eso. El sentimiento de responsabilidad no viene del hecho de que soy un escritor, viene de que soy un ciudadano de mi país y del mundo, y que presto atención a las crueldades. -¿Qué diría si menciono la palabra «hüzün»? -Podría hablar sobre ella durante horas. Crecí entre las ruinas de la ciudad, rodeado de mansiones de madera, casas en deterioro convertidas durante la república en colegios, hospitales, oficinas de gobierno. Mi colegio era una mansión que parecía un palacio italiano. Me dedicaba a pintar estos lugares. ¿Cuál era el sentimiento que predominaba en estas pinturas? Melancolía, pero la melancolía turca, que se llama «hüzün». Es una experiencia colectiva que la sociedad abraza porque tiene que ver con una ética de la resignación, no pedir demasiado. «Estambul: ciudad y recuerdos» gira sobre esta melancolía colectiva. Nuestra misión como artistas es encontrar algo en decadencia o viejo o aburrido y hacerlo bello.
"Me ha gustado escribir ´La mujer del pelo rojo´ y ponerme en la piel de una mujer, ver el mundo desde sus ojos"
-En sus libros experimenta con distintas voces. «Me llamo Rojo» y «Una sensación extraña» son novelas polifónicas basadas en narraciones en primera persona. ¿Es fácil saltar de una a otra? -Saltar de una voz a otra no es fácil. Cuando estaba escribiendo «Me llamo Rojo» o «Una sensación extraña», escribía desde personajes distintos cuyas voces a veces se contradicen las unas a las otras. Cuando me enfrento a este tipo de novelas prefiero escribir toda la parte de un personaje primero antes de saltar a otro. ¿Por qué? Porque lleva mucho tiempo y esfuerzo ser una mujer o ser un adolescente. Sencillamente, ser otro. Me ha gustado escribir «La mujer del pelo rojo» y ponerme en la piel de una mujer, ver el mundo desde sus ojos. Es difícil identificarse con un personaje imaginario. Desarrollar varias voces que deben ser auténticas, convincentes y fieles a la investigación que has hecho es un gran esfuerzo. Pero es lo maravilloso de la escritura. Inventas, escribes, te frustras, ya no puedes escribir más. Pero vuelves a escribir. -Ha comentado que para usted el lugar de trabajo y el lugar en el que uno duerme tienen que estar separados. -Sí, pienso que las demandas del hogar matan la imaginación. Cuando llegue a Columbia con mi exmujer hace 30 años teníamos un estudio muy pequeño, y yo ni siquiera tenía una oficina. ¿Sabe lo que hacía cada mañana cuando mi mujer se iba a clases? Me decía, vale, voy a la oficina. Salía de casa, daba una vuelta a la manzana y volvía a entrar en casa como si entrase en otro espacio. Psicológicamente eso me ayudaba a terminar el desayuno y dejar de lado cosas como limpiar la ropa o las facturas. Si quieres ser un escritor, olvídate de tener una vida personal. Para mí un escritor es una persona que inventa su vida personal escribiendo. Siempre quiero ser personal con mi escritura y ser un escritor en mi vida personal.