Harto de su empleo de vendedor, Lu Qi dejó todo y se fue al mayor estudio de cine de China, a 250 km al sur de Shanghai, con la ambición de hacerse un lugar, aunque fuera a los codazos, en ese ambiente tan competitivo. El joven de 24 años integra un ejército de extras que vive de apariciones fugaces en películas o series de televisión, para intentar llegar a fin de mes con un yuan en el bolsillo. Aunque lo que realmente fue a buscar Lu Qi a los estudios Hengdian fue un poco de evasión, lejos del día a día monótono de su antigua vida en el sur de China. "Tuve varios fracasos en la venta. Nunca llegué a hacerme un lugar", explica. "La mayoría de la gente - agrega - no tiene diplomas, ni competencias, ni contactos. No tenemos medios para abrir un comercio. Estamos sobre todo aquí para escapar un poco a la realidad y a la competencia que conocimos en el exterior".
Los extras pueden llegar a ganar entre 100 y 200 yuanes (13 a 16 euros) por día, lo suficiente para pagar el alquiler y comer.
Hengdian era un pueblito pobre rodeado de colinas. Pero en la década del 90, una empresa local especializada en electrónica y productos farmacéuticos decidió lanzarse en el cine, arrasando colinas enteras para construir sus inmensos estudios. En ese lugar, entre 6.000 y 8.000 personas trabajan como extras. Acostumbrados a magnificar todo, los chinos lo apodan el "Hollywood de Oriente" o "Chinawood". Según la prensa china, más de 70% de los filmes y series de televisión producidos en el país son rodados, en parte, en Hengdian. Los estudios se extienden a lo largo de 330 kilómetros y se prestan para cualquier cosa: antiguos palacios que pueden acoger miles de personas, edificios modernos o simples fondos verdes para el decorado. "Aquí pasamos de Pekín a Hong Kong en unos instantes", explica la guía Wu Rongrong frente a una réplica a escala de la Ciudad Prohibida, mientras señala la reproducción de una calle de la excolonia británica bordeada de bares para opio. En estos estudios se rodó la taquillera "Hero" (2002), de Zhang Yimou. Estrellas como Jackie Chan o Gong Li trabajaron en el lugar. "Al comienzo contratábamos gente de la zona como extras, pero ahora la mayoría viene del exterior de la ciudad", explicó Zhou Fenglai, responsable de recursos humanos. Entre ellos está Lian Chunyun, un joven que creció entre caballos en las llanuras de Mongolia-Interior (norte de China), una experiencia que le permitió convertirse en doble para las exigentes escenas de jinetes.
Las condiciones de trabajo no son las mejores, les gritan y los hacen esperar apretados como ganado, se lamentan.
Aunque su rostro no aparezca en la pantalla, sigue entusiasmado con su trabajo. "Sería difícil acostumbrarme a hacer otra cosa", sonríe el joven de 29 años. Para encontrar trabajo, Lu Qi, un ex vendedor, consulta grupos de discusión en la mensajería WeChat, donde se publican las búsquedas de extras cinematográficos. Se puede llegar a ganar entre 100 y 200 yuanes (13 a 16 euros) por día, lo suficiente para pagar su alquiler y comer. Otros extras, con un aspecto específico, suelen ganar mucho más. Lo único que Lu Qi intenta evitar son los papeles de soldado. "Es muy cansador correr durante horas en las montañas, con una armadura, y hacerse estallar", explica comparando esos rodajes a los trabajos "de esclavo". "Todavía quiero ser actor. Creo que el futuro será mejor", dice. Entre las escenas, Lu se filma con su teléfono, con accesorios y vestimentas. Luego, difunde esos videos en las redes sociales, lo que le permite ganar un complemento con los pagos de los suscriptores de su cuenta. Las películas y las series televisivas chinas tuvieron los últimos años subvenciones del gobierno, que quiere privilegiar los contenidos locales. Pero muchos proyectos fueron suspendidos ya que el año pasado Beijing lanzó una ofensiva contra el fraude fiscal en el sector y las remuneraciones exorbitantes de los actores de taquilla chinos. Esta situación provocó que hoy haya menos trabajo en Hengdian. No obstante todas estas consideraciones, para los extras el punto débil sigue siendo la desconsideración de la que se sienten víctimas. Las condiciones de trabajo no son las mejores, les gritan y los hacen esperar apretados como ganado, se lamentan. "Poco importa cómo actúes. Para ellos (los equipos de rodaje) vas a ser siempre malísimo", cuenta Wang Xiaopin, un actor de 47 años.