El antepasado del ajedrez fue inventado, muy probablemente, en India en el siglo VI, aunque desde China hasta Egipto existían en el antiguo Oriente varios juegos que representaban un combate de peones sobre un tablero. Por aquel entonces, representantes del rey de India presentaron al rey de Persia Cosroes II un entretenimiento que acaban de confeccionar para él: el juego de los "cuatro reyes" o "chaturanga". Fue el episodio legendario que explica la introducción del ajedrez en ese país. Su desarrollo fue acompañado de historias fantásticas como la del brahmán Sisa, que consiguió sacar del aburrimiento a su príncipe regalándole un juego. En agradecimiento, este último le ofreció una recompensa. Después de pensarlo, el sabio le pidió el número de granos de trigo necesarios para rellenar el tablero de la manera siguiente: 1 grano en la primera casilla, 2 en la segunda, 4 en la tercera, 8 en la cuarta y así sucesivamente duplicando el número de granos hasta la número 64. El príncipe consideró la petición razonable, sin darse cuenta de que el número granos que tenía que reunir era astronómico. Porque 2 a la potencia 64 da precisamente 18 446 744 073 709 551 615 granos.
Durante siglos, el juego se transformó pues cada sociedad hizo evolucionar las reglas según sus propios códigos. Aunque todos tienen el mismo origen.
Al conquistar Persia tiempo después, los árabes descubrieron un juego que acabaron adorando. Escribieron los primeros libros técnicos sobre el ajedrez y los califas de Bagdad recibieron a los mejores jugadores. Extendieron su práctica a medida que avanzaban sus conquistas. Hacia el oeste, el juego atravesó el Magreb y el Mediterráneo. Llegó a la España musulmana -en la nueva provincia de Al Andalus, los árabes instalaron universidades que enseñaban la cultura musulmana, ajedrez incluido- y llegó al Occidente cristiano a finales del siglo X. Hacia el este, las caravanas ya habían llevado el juego hasta China y Japón. Las rutas comerciales hacia el norte lo condujeron también a tierras escandinavas y rusas al final del siglo XI. Durante siglos, el juego se transformó profundamente pues cada sociedad hizo evolucionar las reglas según sus propios códigos. Aunque todos tienen el mismo origen, los juegos indio, chino y japonés ya nada tienen que ver con el ajedrez occidental.
A partir de 1200, aparecen los primeros escritos occidentales, como hacia 1315 "El Libro del ajedrez moralizado" del dominico italiano Jacobo de Cessolis. Durante el final de la Edad Media y el principio del Renacimiento aparece el "nuevo" juego. La dama y el alfil adoptan su movimiento actual, la primera se convierte en la pieza más poderosa, el juego es más rápido. Desde el siglo XVII, el ajedrez no ha sufrido ningún cambio importante con excepción de la aportación del reloj y de la modificación del estilo de piezas en 1850. Es lo que se llama el estilo "Staunton" (por el campeón inglés Nigel Staunton) que hoy es el estándar indiscutible, con piezas de ébano, boj o marfil lastradas con plomo y con felpa en la base. Hubo que esperar a la creación de la Federación Internacional de Ajedrez (FIDE) y el congreso de 1929 en Venecia para que se publicara el primer reglamento internacional del ajedrez.