Desafiando las convenciones sociales, un grupo de jóvenes imagina en las paredes de Bagdad el Irak que desean construir. La iniciativa comienza en un lugar realmente emblemático: la plaza Tahrir, el corazón de las manifestaciones contra el gobierno. Fatma Hosam, de 20 años, no tiene mucho tiempo para hablar. Con mano maestra, cubierta con un guante de plástico coloreado con pinceladas, dirige a su equipo de pintores para el dibujo del día. Hace poco, ella y otros realizaron una versión iraquí de "Rosie la remachadora" (ícono cultural de Estados Unidos que representa a las mujeres de ese país que trabajaban en fábricas durante la Segunda Guerra Mundial), y su eslogan "¡We Can Do It!" ("Podemos hacerlo"). Le añadieron una burbuja de historieta en la que "Rosie la iraquí" dice en árabe: "¡Así son nuestras mujeres!". A la salida del túnel subterráneo que conduce a la plaza Tahrir, Fatma Hosam trabaja ahora en el retrato de otra mujer que, a su vez, sostiene un cartel con el lema principal de los iraquíes: "Quiero a mi país".
En Irak, donde la tasa de empleo de las mujeres es una de las más bajas del mundo, se han roto varios tabúes y barreras.
"Tenemos muchos artistas pero no hay lugar para que expresen su arte, así que decidimos usar Tahrir para hacer una revolución del arte además de una revolución para el país", explica la joven estudiante, con velo blanco salpicado de flores rosas. El regreso de los colores En Irak, donde la tasa de empleo de las mujeres es una de las más bajas del mundo, se han roto varios tabúes y barreras. "Somos la generación del cambio", afirma Mohamed Abdelwahab, artista de 23 años, que pinta, como otras decenas de personas, parte del túnel que conduce a Tahrir. Al lado, otro dibuja la palabra "LOVE" con manos ensangrentadas que, según explica, representan a los "mártires" caídos desde el 1 de octubre en las violentas manifestaciones. "Queremos traer alegría y colores" a un país que solo ha conocido durante casi 40 años guerras, embargos, atentados yihadistas y violencia religiosa, precisa Abdelwahab. "En 16 años, nunca había visto este lugar tan hermoso", se felicita Mohammed Abas, de 38 años, que cada mañana, desde hace 16 años, atraviesa el túnel para ir al trabajo. "Nuestro país necesita esto. Por lo general las paredes están sucias y ennegrecidas", añade, debido a la contaminación en la capital, de 10 millones de habitantes, inundada de vehículos.
"Queremos traer alegría y colores" a un país que solo ha conocido durante casi 40 años guerras, embargos, atentados yihadistas y violencia religiosa, precisa Abdelwahab.
"Los jóvenes han logrado lo que el estado nunca ha logrado, pese a haber gastado miles de millones en Bagdad", prosigue el hombre en su camino hacia las manifestaciones de protesta contra el gobierno. Ibrahim, de 39 años, también decidió desviarse para pasar por el túnel que, cada tarde, se transforma en festival. Los músicos tocan el clarinete o el laúd mientras grabadores de madera venden llaveros y otras estatuillas a la gloria de los tuk tuk, los pequeños vehículos de tres ruedas, procedentes de los barrios populares, cuyos conductores se convirtieron en héroes de la "revolución" transportando a heridos a través de la ciudad.