La afgana Roya Sadat vivió su primer rodaje con el miedo a un ataque de los talibanes. Dieciocho años después, mientras los talibanes negocian su regreso al poder, la cineasta sigue mostrando la realidad de sus compatriotas, película tras película. "Envolvía las cintas en plástico, porque pensaba que si se metían con nosotros, las tiraría en el desierto", recuerda esta mujer de mirada segura, con cabello cubierto con un velo negro. "Quería salvar las cintas", dice. Los talibanes, en el poder entre 1996 y 2001, acababan de ser expulsados por la invasión liderada por Estados Unidos tras los atentados del 11 de septiembre de 2001. Ellos se encontraban a pocos kilómetros del lugar del rodaje, en su provincia natal de Herat (oeste). "Caminaba por los campos para comprobar que no estaban minados", recuerda Roya Sadat, una de las pocas cineastas de Afganistán. Después de tantos riesgos, "Three Dots" (Tres Puntos), un cortometraje que aborda el tema de los matrimonios forzados, frecuentes en Afganistán, fue premiado en varios festivales internacionales. Así lanzó su carrera y fundó con su hermana la productora Roya Film House, cuyas obras centradas en la dolorosa vida cotidiana de las afganas, obtuvieron numerosos premios internacionales.
"Comparábamos los tiempos de los talibanes con la era preislámica, cuando las niñas eran enterradas vivas", recuerda.
Una mujer valiente En 2013 creó el primer festival de cine femenino en Afganistán. Cinco años después recibió el premio internacional de Mujeres Valientes, entregado por la primera dama de Estados Unidos, Melania Trump. Pero la gran recompensa llegó después del lanzamiento de un largometraje "A letter to the president" (Una carta al presidente), que cuenta la historia de una mujer encarcelada por haber matado accidentalmente a un marido violento. Un nuevo tabú afgano que fue roto por la directora. "Tenía miedo de las reacciones malas", reconoce hoy la directora de cine. Pero recién se sintió aliviada cuando, durante una proyección de la película en Kabul, el público aplaudió a la heroína después de que abofeteara a su esposo que le había pegado. Tratando los derechos de las mujeres en sus películas y documentales, Roya Sadat intenta reparar el daño de los cuarenta años de guerra en la sociedad y la cultura afganas. "Quizá sea fácil reconstruir un edificio destruido por la guerra, pero no lo es cambiar la mentalidad de las personas. La única forma de hacerlo es a través de la cultura, los medios de comunicación y sobre todo el cine", explica la cineasta.
Fue premiada en festivales internacionales por un cortometraje que aborda el tema de los matrimonios forzados.
Centro cultural clandestino Nacida en 1981, la directora de cine vivió 38 de los últimos 40 años de guerra que devastó a su país. Su familia tuvo que esconderse durante la década de la ocupación soviética, entre 1979 y 1989. Comenzó a escribir en la escuela primaria: poemas, cuentos, obras de teatro. Todavía era estudiante cuando hizo un programa de televisión con sus compañeras de clase, el primero concebido por chicas en Herat, la capital del oeste de Afganistán. Entonces los talibanes tomaron el poder. Y las escuelas de niñas cerraron. Roya Sadat estaba autorizada a trabajar como enfermera, porque se necesitaban mujeres para atender a otras mujeres. En el hospital creó un centro cultural clandestino en el que organizó representaciones de una de sus obras teatrales. "Comparábamos los tiempos de los talibanes con la era preislámica, cuando las niñas eran enterradas vivas". El jefe del hospital era talibán. "Era muy peligroso", recuerda, "todavía me cuesta creer que hubiéramos podido actuar". Hoy en día la cineasta encarna dos décadas de logros en los derechos de las mujeres. Los resultados son impresionantes en las grandes ciudades, donde ahora son visibles y activas. Alrededor del 39% de las niñas van a escuela de secundaria, según el Banco Mundial. Hace veinte años eran solo un puñado.