China está rendida a los pies de sus osos panda. La empatía que generan constituye la marca registrada de un sentir nacional que se manifiesta a través de las más diversas y originales formas de expresión. Premios “Panda de Oro”, bonos panda, diplomacia panda, monedas panda conmemorativas, uso de la imagen panda para representar al país, desvíos de tendidos ferroviarios para no molestar el descanso panda, festejos masivos de cumpleaños panda, encuestas más populares aún para elegir nombres panda, souvenirs panda para todos los bolsillos y amplias coberturas de los regresos de ejemplares panda desde el exterior, constituyen sólo algunos ejemplos de la impresionante admiración que el pueblo chino prodiga a unos mamíferos que, nazcan donde nazcan, tienen nacionalidad china y siempre deben volver a la tierra que los venera como uno de sus máximos “tesoros nacionales”. En efecto, los osos panda no sólo son originarios de China sino que se los considera patrimonio de ese país, por lo que es común que ejemplares nacidos en el exterior deban “regresar” al gigante asiático después de un período máximo de 15 años, en cumplimiento de acuerdos internacionales rubricados para garantizar su cuidado y sobrevivencia. Al respecto, es preciso saber que a finales de la década del ’80, China modificó su política exterior respecto a los osos panda y desde entonces acuerda una suerte de préstamos rentados, que también incluyen – por lazos de consanguinidad – a los descendientes de las parejas oportunamente cedidas. En este contexto, el caso más reciente de “regreso a casa” fue el de Fu Bao, el primer panda gigante nacido en Corea, cría de una pareja rentada a ese país en 2016. En su caso, el contrato estipuló que el ejemplar debía ser devuelto a territorio chino antes de alcanzar los 4 años, un plazo que suele estipularse para evitar la endogamia durante el período reproductivo que se presenta entre esa edad y los 6 años.
Nazcan donde nazcan, los panda tienen nacionalidad china y siempre deben volver a la tierra que los venera como uno de sus máximos “tesoros nacionales”.
Fu Bao fue despedido de Corea y recibido en China como si se tratara de una celebridad del espectáculo, aunque quizás su popularidad sea mayor a juzgar por los millones de posteos que generó en las redes sociales y su aparición en la portada de varios periódicos del mundo, entre ellos el influyente The Wall Street Journal. Más allá de las repercusiones que tuvo su promocionado traslado, una vez llegado a la provincia de Sichuan fue llevado a la Base de Panda Gigantes de Shenshuping, en la Reserva Natural Nacional de Wolong, donde debe cumplir un período de cuarentena hasta que se adapte al nuevo hábitat. Un procedimiento similar se aplicó con los pandas que regresaron en los últimos meses desde España, Alemania, Japón, Qatar, Rusia, Reino Unido y Estados Unidos, entre otros países. Como todos saben, y sobre todo sienten, la admiración que generan estos adorables animales no es una exclusividad de China. Hay una preocupación global por ellos, lo que ha permitido que dejaran de ser una especie “en peligro” de extinción para pasar a ser “vulnerables”, gracias a estrictos planes de cuidados que se vienen implementando en los distintos países que los cobijan, en coordinación con especialistas del país asiático. Esta evolución se refleja especialmente en China, donde la población de pandas salvajes asciende a unos 1.900 ejemplares, frente a los cerca de 1.100 que había en la década del ‘80, según datos de la Administración Nacional de Silvicultura y Praderas.
suelen alcanzar un peso de 180 kilos, su altura oscila entre 1,70 y 1,90 metros y su expectativa de vida en cautiverio alcanza los 30 años. Suelen dedicar unas 13 horas a la comida y el resto del día duermen.
En este marco, la provincia de Sichuan es considerada la cuna de los panda, ya que allí vive el 30 por ciento de la población global. La región cuenta con diferentes santuarios – ubicados en 7 reservas naturales y 9 parques nacionales – que en 2006 fueron declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Uno de ellos es el Centro de Investigación y Cría del Panda Gigante de Chengdu, la institución de este tipo más importante del mundo, donde hoy viven 244 ejemplares en un hábitat de 238 hectáreas controladas hasta el más mínimo detalle. La denominada Base de Panda es referencia obligada a la hora de hablar de los esfuerzos para la conservación, la cría, la investigación científica, la educación popular y el turismo cultural. En 2006, el lugar fue galardonado con el premio “Atractivo Turístico Nacional AAAA” y fue incluida en dos oportunidades entre las organizaciones distinguidas entre “Los 500 Organismos Globales del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente”. Los panda gigantes que viven en el lugar suelen alcanzar un peso de 180 kilos, su altura oscila entre 1,70 y 1,90 metros y su expectativa de vida en cautiverio alcanza los 30 años aproximadamente. Si bien son carnívoros por naturaleza, por lo general mantienen hábitos herbívoros y consumen por día unos 50 kilos de bambú, su alimento preferido. Suelen dedicar unas 13 horas a la comida y el resto del día duermen. Simbolizan la alegría y la coexistencia armoniosa entre las personas y la naturaleza, según gustan destacar desde China... con una mezcla de orgullo y cariño tan gigante como sus pandas.